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la Niña Arcoíris

Actualizado: 10 feb

Amigos, les pido que se tomen un minuto para leer esto, porque hay cosas que nos hacen bien al alma.


Hay momentos en la vida que nos marcan para siempre, pequeñas historias que iluminan el corazón y nos recuerdan lo esencial. Historias que, aunque breves, nos enseñan que la felicidad no siempre está en lo grandioso, sino en los gestos más simples y humanos.

Mi hija, María, ha aprendido a regalar luz en los rincones donde más se necesita. Cada domingo, con su risa y su enorme corazón, visita el hospital para acompañar a quienes más lo necesitan, para pintar de colores momentos de tristeza. Su entrega me llena de orgullo y hoy quiero compartir con ustedes una historia que me conmovió profundamente, escrita por ella.

 

Juanita - La niña arcoíris


Era un domingo por la tarde en el hospital de San Isidro. Afuera hacía mucho calor, pero entramos con un propósito claro: divertir, conversar, contener y ser un espacio de descarga para quienes estuvieran allí, ya fueran familiares o pacientes.


Mientras caminábamos, una nena comenzó a mirarnos desde lejos. Estaba entusiasmada al ver payasos, sonreía con curiosidad y parecía cautivada. Sin pensarlo demasiado, me acerqué. Ella me abrazó fuerte, con una mirada sincera, profunda, aunque con un dejo de tristeza.


Después de jugar un rato, me contó que tenía dos hermanos: uno chiquito, de once años, y otro que vivía en España, como mi hermano. Luego agregó, con una seriedad que me partió el corazón, que estaba allí porque su papá se estaba yendo al cielo. Sentí una profunda compasión por ella y por su mamá, quien, sin duda, era el pilar de su familia.


Como toda niña, rápidamente cambió de tema. Me pidió que le regalara un color y, cuando le preguntaron cómo podría llamarme, respondió: “Arcoíris”. Juana irradiaba tanto amor que adopté ese nombre con alegría.


Aunque sentí tristeza porque la vida a veces da giros injustos, llevándose a personas jóvenes, también experimenté una especie de alivio. En medio de ese caos, pude regalarle un momento de alegría a una nena que lo necesitaba.


Dos días después, como había prometido, le envié las fotos a su mamá. Cumplir con mi palabra es importante para mí. Su mamá me respondió que el papá de Juanita había fallecido, que ahora descansaba en paz y que el sufrimiento había terminado. Sentí una mezcla de tristeza y serenidad. Les envié amor y reiki en ese difícil momento.


Juanita será inolvidable para mí.

 Arcoíris 🌈✍️


No puedo expresar con palabras el orgullo que siento por mi hija, María. Su entrega, su compasión y su capacidad de alegrar corazones en los momentos más difíciles me llenan de felicidad.

A veces creemos que somos nosotros quienes damos, pero en realidad también recibimos. Cada sonrisa, cada abrazo y cada palabra de agradecimiento nos transforma, recordándonos la esencia de lo verdaderamente importante en la vida.

Las verdaderas huellas no son las que dejamos en el suelo, sino aquellas que se imprimen en el alma de los demás. María me recuerda cada día que el amor no se mide en lo que poseemos, sino en lo que compartimos.

Que la felicidad real no se acumula, sino que se expande en cada gesto de generosidad. Que el tiempo puede arrebatarnos personas, pero jamás los momentos de amor que construimos.

Porque lo que damos con el alma trasciende, se convierte en luz, en calor, en memoria viva. Como un susurro en el viento, como la luz de un arcoíris después de la tormenta.

No hay mejor sobrenombre para María que 'Arcoíris', porque ella es un ser de luz, un alma que irradia felicidad y color a su paso. Su corazón es un refugio para quienes más lo necesitan, su mano siempre está extendida para dar apoyo y su espíritu busca incansablemente el bien. En un mundo a veces gris, ella es el brillo que ilumina las sombras, la esperanza en medio de la tormenta, el puente entre la tristeza y la alegría. María es, sin duda, un arcoíris en la vida de muchos.

También quiero expresar mi más profundo reconocimiento y admiración a ese increíble grupo de Payá Médicos, que domingo tras domingo, con amor incansable, dejan su huella en el hospital. Su labor no solo llena de alegría los corazones de quienes más lo necesitan, sino que nos recuerda que la verdadera medicina muchas veces está en la risa, la compañía y el amor compartido. Gracias por ser luz en los momentos más oscuros.


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