MATEO LATORRE: EL GRANADERO QUE TERMINÓ SEMBRANDO PAPAS BAJO BANDERA INGLESA
- Roberto Arnaiz
- 21 jun
- 4 Min. de lectura
La historia de Malvinas está llena de héroes invisibles. De hombres sin bronce que enfrentaron los mismos vientos helados que hoy sacuden la memoria, pero sin una placa que los nombre. Uno de ellos fue Mateo Antonio Latorre, un granadero de San Martín que, tras guerrear por la libertad del continente, terminó cultivando papas y cuidando ovejas en las Islas Malvinas... bajo ocupación británica.
Nacido hacia 1790, Mateo Latorre integró el Regimiento de Granaderos a Caballo. Según el historiador Rodolfo Terragno en "Don Martín" (Sudamericana, 1990), Latorre participó en las campañas de Chile y Perú, combatiendo en Chacabuco (1817), Cancha Rayada (1818) y Maipú (1818). Ascendido a sargento por su conducta en batalla, regresó a Buenos Aires hacia 1822. Pero como tantos veteranos, no recibió pensión, reconocimiento ni tierra. Solo el olvido.
En 1829, buscando una salida a su miseria, se enroló en la expedición del gobernador criollo Luis Vernet hacia las Islas Malvinas. Vernet, designado por decreto de Buenos Aires como Comandante Político y Militar del archipiélago, convocó a colonos criollos y europeos para establecer un asentamiento productivo y soberano. Según el Archivo General de la Nación (AGN, Legajo Malvinas 1831), Latorre figuraba como uno de los colonos contratados para desempeñarse en tareas agrícolas, mantenimiento de galpones y custodia de ganado. Tenía buena letra, firmaba los registros y era considerado un hombre de confianza. En los papeles de Vernet aparece como "Mateo Latorre, sargento retirado, persona de disciplina intachable".
Las Malvinas, situadas en la ruta marítima hacia el Pacífico y el estrecho de Magallanes, eran entonces un punto codiciado por potencias como Francia, España, el Reino Unido, los Países Bajos y los Estados Unidos, que ya habían enviado expediciones a sus aguas. En este tablero internacional, la figura de Latorre representa una presencia concreta de soberanía criolla.
La vida en las islas cambió de golpe en enero de 1833, cuando el buque británico Clio forzó la retirada de la guarnición criolla y tomó posesión del archipiélago. Los británicos permitieron a varios colonos quedarse, pero en condiciones inciertas. Latorre, como muchos otros, quedó en el limbo. No participó de la rebelión de Antonio Rivero, aunque según Julius Goebel en "The Struggle for the Falkland Islands" (Yale University Press, 1927), fue interrogado por haber tenido contacto con los peones sublevados. Fue liberado sin cargos.
Desde entonces, Mateo Latorre se convirtió en uno de los pocos criollos que permaneció en las islas. Según documentos del Falkland Islands National Archive (F.I.N.A., Registro Colonial 1835-1845), Latorre fue registrado como "settler of good standing" —es decir, "colono de buena reputación"— en 1838. Aportaba a la comunidad, sembraba papas, criaba ganado menor y colaboraba en tareas del puerto. Incluso oficiaba de traductor entre los nuevos colonos ingleses y los criollos que iban quedando. Para los isleños, era simplemente "Don Mathew".
Cada surco abierto por Latorre no solo alimentaba cuerpos, sino que abonaba la memoria de una Argentina silenciosa que se negó a desaparecer del mapa, incluso cuando lo habían borrado con tinta inglesa.
El historiador argentino Alejandro Rabinovich, en su artículo “Veteranos sin gloria” (Todo es Historia, n.º 526, 2011), menciona una carta escrita por Latorre en 1842 a un antiguo compañero de armas, donde le confesaba: “Aquí al menos hay paz y comida. En Buenos Aires ya no queda nada para mí". Esa carta, hallada entre los papeles del coronel Pedro Conde (AGN, Colección Conde, Caja 12), es uno de los pocos testimonios escritos que atestiguan la vida del granadero en Malvinas.
Murió hacia 1850, probablemente enterrado en las cercanías del antiguo cementerio criollo de Puerto Soledad. Su tumba se perdió entre los registros. Pero su historia queda: la de un soldado de la independencia que terminó exiliado en su propia patria, sembrando vida en un suelo ocupado.
¿Quedará aún alguna rama del árbol de Latorre en algún rincón de Tierra del Fuego, esperando saber que su sangre también pisó esas islas?
Latorre no luchó en Malvinas con fusil, pero luchó con dignidad. Y eso también es soberanía.
Esta historia no figura en los manuales. Tampoco aparece en los discursos oficiales. Pero está sostenida por documentos, registros parroquiales, cartas privadas y la persistencia oral entre los isleños más antiguos. Recordar a Mateo Latorre es también recordar que las Malvinas fueron habitadas por criollos, por veteranos, por patriotas que sembraron más que papas: sembraron raíces.
Nota del autor:
Esta historia es verdadera. Está documentada en archivos civiles y militares, aunque rara vez aparece en los libros escolares. Nos recuerda que no todas las gestas se libran en el campo de batalla. Algunas se dan en la persistencia silenciosa de un hombre que elige quedarse, trabajar y sobrevivir. Mateo Latorre fue eso: un hilo invisible que une nuestra independencia con nuestra soberanía en Malvinas. Su nombre no está grabado en piedra, pero vive en la historia que nos negaron a contar.
Referencias y bibliografía:
Archivo General de la Nación (AGN), Legajo Malvinas 1831.
Archivo General de la Nación (AGN), Colección Pedro Conde, Caja 12.
Goebel, Julius. The Struggle for the Falkland Islands. Yale University Press, 1927.
Rabinovich, Alejandro. “Veteranos sin gloria”. Revista Todo es Historia, n.º 526, 2011.
Terragno, Rodolfo. Don Martín. Editorial Sudamericana, 1990.
Falkland Islands National Archive (F.I.N.A.), Colonial Registers, 1835–1845.
Ministerio de Relaciones Exteriores de la República Argentina. Historia de los habitantes criollos en Malvinas antes de 1833. Edición digital, 2020.






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