top of page
  • Facebook
  • Instagram
Buscar

Un ejército para Europa: ¿realidad o ilusión?

Actualizado: 31 mar


Europa, cuna de imperios, filósofos y revoluciones, lleva siglos escribiendo las páginas centrales de la historia del mundo. Fue conquistadora y conquistada, faro de civilización y escenario de guerras sin tregua. Y sin embargo, tras las ruinas humeantes de la Segunda Guerra Mundial, decidió algo inédito: renunciar a la guerra como motor del poder. La integración económica sustituyó al cañón. La unidad fue el nuevo estandarte.


Pero la historia no duerme. Y los tambores de guerra han vuelto a sonar en sus fronteras.

La guerra en Ucrania, la amenaza rusa, el retraimiento de Estados Unidos, el avance de China y la fragilidad de la arquitectura global han empujado a la Unión Europea a preguntarse, tal vez por primera vez con seriedad: ¿Puede un continente defender su soberanía sin una fuerza militar común?


Y así, una idea largamente postergada resurge con fuerza: un ejército europeo. No solo como respuesta militar, sino como símbolo político. Como declaración de madurez geopolítica.


Este informe explora ese escenario:

·  ¿Qué países lo promueven y quiénes lo frenan?

·  ¿Cómo se financiaría?

·  ¿Qué opina la OTAN? ¿Y Estados Unidos, Rusia, China o el Reino Unido?

·  ¿Podría un ejército sin una nación funcionar realmente?

·  ¿Y cómo enfrentaría amenazas no convencionales como el terrorismo?

Porque tal vez la pregunta no sea si Europa puede tener un ejército, sino si puede permitirse no tenerlo.

 

1.          El reloj estratégico ha comenzado a correr

Rusia tocó la puerta con tanques

La guerra volvió a Europa. No como amenaza abstracta, sino con fuego real, blindados cruzando fronteras y ciudades bombardeadas en horario prime time. Cuando Putin invadió Ucrania en 2022, Europa se vio a sí misma en el espejo de Kiev. La idea de que la guerra era cosa del pasado quedó pulverizada en segundos. Ya no era una crisis en la periferia. Era una advertencia:“Si no están preparados para defenderse, alguien más decidirá su destino.”

Y si hoy fue Ucrania, ¿mañana quién? ¿Vilna, Varsovia, Bucarest? ¿Están los Balcanes, el Báltico o Moldavia realmente fuera de peligro? Europa, acostumbrada a debatir tratados y regulaciones, se vio de pronto enfrentada a la lógica brutal del poder duro. Y entendió que la disuasión no se imprime en papel… sino en acero.

 

Trump (y lo que representa)

Donald Trump no solo cuestionó la utilidad de la OTAN. Puso en duda, con brutal franqueza, el compromiso automático de EE.UU. con la defensa europea. Dijo lo impensable: que si los europeos no pagan, quizás no merecen ser defendidos.

Pero Trump, más allá de su estilo, expresa una corriente de pensamiento profunda y creciente en Estados Unidos: el cansancio estratégico. Para muchos norteamericanos, Europa ya no es prioridad. El Indo-Pacífico y China sí lo son.

Y entonces, Europa empezó a preguntarse:

¿Qué pasa si el salvavidas americano no llega?

¿Y si un próximo presidente –menos ruidoso, pero igual de pragmático– decide mirar hacia otro lado?

Fue como despertar de un largo sueño. Un sueño en el que la seguridad era un servicio tercerizado. Y el proveedor… empieza a mirar su reloj.

 

Soberanía estratégica

En Bruselas lo llaman así. Y no es una consigna ideológica, sino una necesidad existencial:

Soberanía estratégica significa poder tomar decisiones militares, tecnológicas y energéticas sin depender de otros.Significa que Europa necesita capacidad autónoma para actuar en su vecindario, proteger sus rutas comerciales, sus fuentes de energía, sus ciudadanos.

No se trata de reemplazar a EE.UU, sino de no quedar paralizada si este no actúa.

Se trata de tener una voz propia cuando el mundo se polariza.De dejar de ser una potencia normativa que legisla… pero no disuade.

Porque sin fuerza creíble, la diplomacia suena a susurro.Y en un mundo de gritos, los susurros se pierden.

 

2.          Una historia de intentos fallidos

La idea de una defensa europea no es nueva, pero hasta ahora siempre ha naufragado entre desconfianzas, intereses nacionales y fantasmas del pasado.

 

1950: la Comunidad Europea de Defensa (CED)

En plena Guerra Fría, con Alemania Occidental recién rescatada del colapso nazi, surgió el primer intento serio de crear una fuerza militar supranacional. Se llamaba Comunidad Europea de Defensa (CED) y contemplaba un ejército común bajo mando europeo. Estados Unidos lo apoyaba con entusiasmo: quería una Europa fuerte pero controlada.

El plan incluía integrar soldados alemanes en una estructura paneuropea. Era audaz. Quizá demasiado.

¿Quién lo frenó? Paradójicamente, Francia.

En 1954, su Parlamento rechazó la CED por miedo a diluir la soberanía nacional y a rearmar Alemania, apenas nueve años después del fin de la guerra. La idea murió antes de nacer. Europa volvió a refugiarse bajo el paraguas estadounidense: la OTAN.

 

1998: la Declaración de Saint-Malo

Décadas después, con la Guerra Fría ya concluida y Yugoslavia ardiendo en los Balcanes, Europa volvió a enfrentarse a una verdad incómoda: no podía gestionar una crisis en su propio patio trasero sin pedir ayuda a Washington.

Francia y Reino Unido, rivales históricos pero potencias nucleares, firmaron la Declaración de Saint-Malo, donde reconocieron que la UE debía contar con “capacidad autónoma de acción, respaldada por fuerzas militares creíbles”.

Fue un paso clave, pero no sin límites. Londres –aún dentro de la UE– aceptaba avanzar, pero sin comprometer su lealtad a la OTAN. París, en cambio, soñaba con una defensa realmente europea.

El resultado fue la creación de estructuras como el Estado Mayor de la UE y los Grupos de Combate Europeos… que, en la práctica, casi nunca fueron desplegados.

 

2022: la Brújula Estratégica

La guerra volvió al continente. Y con ella, la urgencia.

En marzo de 2022, pocas semanas después de la invasión rusa a Ucrania, la Unión Europea adoptó su Brújula Estratégica: un documento ambicioso que busca definir la doctrina militar común para la próxima década.

Incluye:

  • La creación de una fuerza de despliegue rápido de hasta 5.000 efectivos.

  • Mayor coordinación en inteligencia, ciberseguridad y defensa híbrida.

  • Aumentar el gasto en defensa… pero de forma conjunta y coherente.

Por primera vez, se percibe voluntad política real. No solo por convicción, sino por necesidad. Ya no es un ejercicio teórico.

 

Hoy, la diferencia es el contexto

A diferencia del pasado, esta vez hay fuego en las fronteras, una superpotencia hostil y otra ausente. Rusia avanza. EE.UU, se repliega. La arquitectura de seguridad nacida en 1945 cruje. Y Europa, por primera vez en mucho tiempo, empieza a asumir que no puede vivir indefinidamente bajo la protección ajena.

Los intentos fallidos enseñaron lecciones. Pero la historia no espera.Hoy, la pregunta ya no es si Europa quiere una defensa común.Es si puede permitirse no tenerla.

 

3.          El eje continental: París y Berlín toman la lanza

En el corazón político de Europa laten dos capitales que, tras siglos de rivalidad y guerras, hoy se miran como aliadas inevitables. Francia y Alemania, arquitectas de la integración europea, no solo comparten el euro, los tratados y las cumbres: ahora también comparten una urgencia histórica.La defensa. La soberanía. La autonomía.

 

Francia: el alma estratégica de Europa

Francia nunca renunció del todo a pensar en términos de poder. Potencia nuclear, miembro permanente del Consejo de Seguridad de la ONU y con presencia militar activa en África y Medio Oriente, mantiene una cultura estratégica que no se desvanece. Sus élites —desde De Gaulle hasta Macron— insisten en que Europa debe ser capaz de actuar por sí misma, sin pedir permiso.

Macron ha sido el abanderado más vocal de una “Europa soberana”. Ha hablado de “muerte cerebral de la OTAN” y ha empujado, una y otra vez, por un núcleo militar europeo que permita a la UE no solo defenderse, sino proyectar influencia. Francia quiere una Europa que piense y dispare con voz propia.

 

Alemania: el despertar del gigante dormido

Durante décadas, Alemania evitó hablar de poder militar. Las cicatrices del nazismo, la división de la Guerra Fría y su apuesta por el pacifismo estructural moldearon una identidad defensiva, económica, contenida.

Pero todo cambió con Ucrania. En 2022, el canciller Olaf Scholz pronunció una palabra histórica: Zeitenwende, “punto de inflexión”. Alemania anunció la mayor inversión militar desde la posguerra, con un fondo especial de 100.000 millones de euros. Por primera vez en generaciones, Berlín acepta que su poder económico debe traducirse también en responsabilidad estratégica.

 

El renacimiento del eje

Juntas, Francia y Alemania han comprendido que la defensa común no es solo una opción política, sino una obligación histórica. Ya no se trata de liderar por prestigio moral o estabilidad monetaria. Se trata de garantizar que Europa no sea nunca más rehén de los juegos de otros.

Este eje no es perfecto. Hay diferencias: Francia es más audaz, Alemania más cauta. París sueña con autonomía; Berlín aún tiende puentes con Washington. Pero en medio del ruido y la incertidumbre, cuando Europa necesita una dirección, son París y Berlín quienes vuelven a tomar la lanza.

Y lo hacen, esta vez, no en nombre de la vieja gloria, sino en nombre del futuro.

 

4.          Las preguntas urgentes de Europa

¿Y España?

Apoya, pero con cautela. Prefiere una defensa común complementaria a la OTAN. Le interesa el Sahel, el Mediterráneo, el Atlántico. Defiende su soberanía.

¿Cómo se financiaría?

· Presupuesto común europeo.

· Aportaciones proporcionales.

· Proyectos compartidos: drones, tanques, ciberdefensa.

 

¿Reemplazaría a los ejércitos nacionales?

No. Sería complementario. La identidad nacional sigue ligada a sus propias fuerzas armadas. La soberanía no se entrega fácilmente.

 

¿Y el terrorismo?

El terrorismo no usa uniformes. No respeta fronteras. Y muchas veces nace dentro de Europa.

Un ejército común puede:

· Proteger fronteras.

· Intervenir en focos de radicalismo en el exterior.

· Compartir inteligencia.

Pero también se necesita:

· Políticas de integración.

· Coordinación judicial y policial.

· Prevención desde la educación y la cultura.

No todo se resuelve con tanques.

 

¿Y la soberanía?

El ejército es el corazón simbólico de una nación. Delegar esa función en una estructura supranacional es un salto cultural profundo.

 

¿Y la opinión pública?

Las encuestas muestran una Europa dividida: en el este, se reclama mayor defensa ante Rusia; en el oeste, muchos temen una deriva militarista. La legitimidad del ejército europeo no solo se juega en los despachos, sino también en la calle.

 

5.          Dilemas sin uniforme

·  ¿Quién daría la orden de intervenir?

·  ¿Las decisiones serían por mayoría o unanimidad?

·  ¿Qué pasa si un país se opone a una operación?

·  ¿Sería un ejército con poder real o una fuerza simbólica?

·  ¿Y si el ejército común actúa contra los intereses de un Estado miembro?

Más que técnica, la dificultad es política. Y más que política, cultural.

 

6.          ¿Y si mañana ocurre?

La geopolítica rara vez avisa con tiempo. A veces, los hechos se precipitan sin esperar a que los tratados estén listos o que los parlamentos voten. La pregunta no es retórica:

¿Está Europa preparada para actuar cuando la historia golpee la puerta?

Dos escenarios posibles —y plausibles— bastan para poner a prueba todo lo que se ha debatido.

 

A. Crisis en los Balcanes

La herida no cerrada de Europa

Kosovo y Serbia reavivan antiguas tensiones. Una provocación, un error de cálculo, un disparo mal dado. Las minorías serbias se enfrentan a la policía kosovar. Grupos armados cruzan la frontera. La situación escala. La OTAN vacila. Estados Unidos, en plena crisis interna, se muestra reticente a intervenir.

Bruselas convoca una reunión de urgencia. Se activa el ejército europeo. Es el momento de la verdad.

Pero no todos responden igual.

  • Francia y Alemania lideran el despliegue.

  • Italia y Grecia, cercanas geográficamente, dudan.

  • Hungría y otros gobiernos nacionalistas se niegan a participar.

  • Polonia, más preocupada por Rusia, exige garantías.

El resultado: una intervención parcial, una operación dividida. El ejército europeo actúa… pero no como un solo cuerpo. La unidad política se ve comprometida en el campo de batalla.

Europa interviene. Pero el mundo ve las grietas.

 

B. Golpe militar en el Sahel

El polvorín al sur del Mediterráneo

Un país africano clave —rico en uranio, gas o minerales estratégicos— sufre un golpe de Estado. Militares derrocan al gobierno elegido y toman el poder con apoyo de milicias locales. Hay miles de ciudadanos europeos en el lugar. Empresas de energía. Infraestructura financiada por la UE.

Las primeras en reaccionar son las redes sociales, donde se difunden imágenes de ejecuciones y saqueos. La presión pública crece. Francia, con experiencia en la región, exige actuar. Alemania vacila. España, por cercanía, pide una operación limitada. Otros Estados miembros prefieren no involucrarse.

Mientras tanto:

  • Rusia denuncia injerencia neocolonial.

  • China se ofrece como mediador, mientras protege sus propios intereses.

  • Estados Unidos observa desde lejos.

La UE lanza una intervención humanitaria, pero los medios hablan de una “guerra encubierta”. Las tropas europeas son atacadas. Surgen bajas. El mando común se pone a prueba: ¿quién decide retirarse? ¿Quién autoriza el uso de la fuerza letal?

Europa actúa. Pero el mundo toma nota de sus titubeos.

 

El poder no se improvisa

Ambos escenarios muestran lo mismo:

Un ejército común no solo necesita soldados, tanques o drones.Necesita voluntad compartida. Rapidez. Legitimidad. Dirección clara.Y sobre todo, la capacidad de decidir en medio del caos.

Porque cuando “mañana ocurre”, ya no hay tiempo para debates. Solo para actuar.Y lo que se haga —o no se haga— definirá el lugar de Europa en el siglo XXI. 

 

7.          El mundo observa: aliados y rivales

 

Naciones Unidas

·          No se opone. Apoya fuerzas regionales si respetan el derecho internacional.

·          Podría beneficiarse de tropas europeas en misiones de paz.

OTAN

·          Apoya con condiciones: que no compita ni duplique su estructura.

·          Tema sensible: Reino Unido, Noruega, Turquía están fuera de la UE.

Reino Unido

·          Afuera desde el Brexit, pero con acuerdos bilaterales.

·          Desconfía de la UE armada.

·          Prefiere canalizarlo todo a través de la OTAN.

Rusia

·          Lo ve como una amenaza.

·          Perdería la ventaja de una Europa fragmentada.

·          Lo usará como excusa para su retórica agresiva.

China

·          Observa en silencio.

·          Si Europa se rearma pero se aleja de EE.UU, puede ser una oportunidad.

·          Si se convierte en un bloque militar prooccidental unido, es un problema.

 

Conclusión: entre la estrategia y la identidad

Europa está despertando. La pregunta ya no es si debe actuar. Es si puede hacerlo unida. El ejército europeo es una posibilidad real, pero también una prueba existencial:

¿Puede haber un ejército común sin una nación común?

Quizá el futuro lo diga. O quizá, como tantas veces en la historia europea, lo decidan los hechos antes que las ideas.

 

¿El inicio de una Europa política?

El ejército europeo no es solo un proyecto militar. Es una pregunta sobre el alma de Europa.

¿Puede una unión basada en la economía convertirse en una unión política real?

Tal vez, en el momento en que Europa tenga un ejército común, también deba dotarse de una verdadera voz común.

Porque quien decide sobre la guerra… también decide sobre la paz.

 

Escenario 2035

El día que Europa dejó de ser solo un mercado y se convirtió en actor geopolítico fue aquel en que decidió marchar con una sola bandera. Aquel día llegó.

Es 2035. Un conflicto estalla en el Sahel. La UE despliega 15.000 tropas bajo bandera común.

Ya no se discute si hay ejército europeo.

Se discute cómo actuar.



ree




 
 
 

Comentarios


¿Queres ser el primero en enterarte de los nuevos lanzamientos y promociones?

Serás el primero en enterarte de los lanzamientos

© 2025 Creado por Ignacio Arnaiz

bottom of page