Juan Antonio Álvarez de Arenales, el guerrero que eligió no rendirse jamás
- Roberto Arnaiz
- hace 5 horas
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En un tiempo en que la libertad era apenas un susurro, cuando las coronas imperiales aún decidían el destino de los pueblos y América parecía condenada al yugo de reyes lejanos, hubo un hombre que eligió el camino más difícil y noble: ponerse del lado de los oprimidos. Se llamó Juan Antonio Álvarez de Arenales.
Nacido el 13 de junio de 1770 en la Villa de Reinoso, Castilla, España —aunque algunas versiones lo ubican en Salta, en el Virreinato del Perú—, fue descendiente del conquistador Domingo Martínez de Irala y, según estudios genealógicos, con posible sangre mestiza guaraní. Llegó a Buenos Aires en 1784 y fue educado para la vida eclesiástica, pero su espíritu eligió el camino de las armas. En 1795 fue nombrado Juez Real Subdelegado en Arque, Cochabamba, y luego sirvió en Charcas y Yamparaes.
Fue uno de los primeros patriotas del Alto Perú. En 1809 participó activamente en la Revolución de Chuquisaca, organizando milicias contra el dominio colonial. Capturado por las fuerzas realistas, fue enviado a las casamatas del Callao, pero logró escapar. En 1812, tras la victoria de Belgrano en Tucumán, fue liberado por Díaz Vélez y se unió al Ejército del Norte. Su valentía en la batalla de Salta (1813) le valió la ciudadanía de las Provincias Unidas, otorgada por la Asamblea del Año XIII.
Fue herido al menos tres veces durante las campañas. En 1811 recibió un balazo en el muslo; en 1814, otro lo alcanzó en el pecho. La más grave ocurrió en 1819: una esquirla de granada le destrozó la pierna derecha. Los médicos la amputaron, pero él no pidió el retiro. Pidió una pierna de palo. Con muletas, montó a caballo, arengó a sus hombres y rechazó privilegios. “Mientras me queden el brazo y la voz, lucharé”, dijo. Y cumplió.
Ese mismo año se unió al Ejército de los Andes. San Martín, que lo admiraba, le encomendó una misión crucial: levantar la Sierra del Perú. Con escasas tropas, obtuvo triunfos en Palpa, Nazca, Tarma y, el más resonante, en Cerro de Pasco. Allí, el 6 de diciembre de 1820, proclamó el primer grito de independencia del Perú desde el balcón de la Casa Vegas. Fue nombrado Gran Mariscal del Perú por sus méritos en campaña.
Designado gobernador de las provincias del norte peruano, organizó tropas y logística para la campaña del Ecuador, aunque declinó dos veces el mando, que recayó en Andrés de Santa Cruz. Intentó mediar entre San Martín y Bolívar antes de la célebre entrevista de Guayaquil, sin éxito. En 1823 regresó decepcionado a Salta.
El 1 de enero de 1824 fue nombrado gobernador de su provincia. Gobernó con orden, defendió a Güemes frente al centralismo porteño, y promovió políticas liberales. En 1826 fue reelegido. Organizó una expedición sobre el río Bermejo para contener los ataques indígenas del Chaco. Sin embargo, fue derrocado en 1827 tras una revolución encabezada por José Ignacio Gorriti. Se exilió en Bolivia.
Volvió brevemente en 1829, durante la guerra civil, pero no regresó a la vida política. Murió el 4 de diciembre de 1831 en Moraya, Bolivia, en casa del coronel José Manuel Pizarro. Fue enterrado en un osario común. Su cráneo fue conservado por Pizarro y entregado a su hija, María Josefa Arenales, madre del presidente José Evaristo Uriburu. En 1959, sus restos fueron repatriados y hoy descansan en el Panteón de las Glorias del Norte, en Salta.
Juan Antonio Álvarez de Arenales fue un militar austero, riguroso, que ensillaba su propia mula y creía a rajatabla en la jerarquía. Luchó en al menos quince combates decisivos, desde Chuquisaca hasta Cerro de Pasco, desde la Guerra Gaucha hasta las campañas del Perú. Su figura fue silenciada durante años, pero su vida encarna el coraje sin límites, la entrega sin cálculo, la dignidad sin atajos.
No buscó poder. Peleó por un ideal. Fue un español que eligió ser americano. Y su ejemplo sigue gritando, desde el fondo de la historia, que la patria no se hereda: se conquista.
Fuentes consultadas:
· Ibarguren, Carlos. Juan Antonio Álvarez de Arenales. Buenos Aires: Peuser, 1943.
· Mitre, Bartolomé. Historia de San Martín y de la emancipación sudamericana, Tomo II.
· O’Donnell, Hugo. Militares de la Independencia. Buenos Aires: Sudamericana, 2008.
· Revista Todo es Historia, N.º 533 (2012): "Los héroes olvidados de la independencia".
· Academia Nacional de la Historia. Revoluciones Hispanoamericanas 1809–1816, Tomo I.
· Binayán Carmona, Narciso. Los descendientes de Irala. Asunción: El Lector, 1992.

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