LA ÚNICA MUJER EN EL INFIERNO: LILIANA COLINO Y SU GUERRA EN MALVINAS
- Roberto Arnaiz
- 30 jun
- 6 Min. de lectura
Actualizado: 11 jul
El infierno tenía forma de isla. Y en medio de ese infierno, una mujer cruzó el cielo en un Hércules con las manos preparadas para curar y el alma lista para resistir. Su nombre: Liliana Colino.
En un país acostumbrado a recitar la historia en masculino, hay nombres que apenas susurran en los márgenes. Son mujeres que no empuñaron fusiles, pero cargaron cuerpos. Que no dieron órdenes, pero sostuvieron la vida cuando la muerte se sentaba al borde de la cama. Liliana Colino tenía 25 años cuando la guerra de Malvinas le atravesó el destino con una orden seca y sin manual: embarcarse en un Hércules rumbo a las islas, en medio del fuego, el barro y los gritos. Fue la única mujer argentina que estuvo allí, en combate, en medio de la metralla. Y aunque la historia oficial no la repita, la suya es una de las crónicas más humanas, dolorosas y reveladoras de aquel conflicto.
Liliana creció en el barrio porteño de Caballito, en una casa modesta con aroma a esfuerzo. Su infancia transcurrió entre juegos en la vereda y sueños imposibles que llenaban los recreos escolares. Desde chica quería ser guardaparques. El monte, los animales, la naturaleza le hablaban al corazón. Pero en los años ochenta, Parques Nacionales era un feudo exclusivo de varones. Cerrado para mujeres. Cerrado para ella.
No se rindió. Tenía sangre de pionera. Estudió enfermería profesional, se formó como veterinaria. Dos carreras, dos batallas ganadas contra los prejuicios. Y un día, vio un afiche que decía que la Fuerza Aérea Argentina abría el ingreso a personal femenino. Fue la primera fuerza armada en hacerlo. Y allí fue Liliana, con su uniforme recién planchado, el coraje a flor de piel y una vocación de acero. Ingresó como aspirante a cabo principal. No iba a desfilar. Iba a servir.
En 1982 trabajaba en el Hospital Aeronáutico Central como jefa de Terapia Intensiva, encargada también de la Unidad Coronaria, del área de trasplantes renales y de pacientes quemados. Su especialidad era estar donde la vida pendía de un hilo. En sus ratos libres, seguía ejerciendo como veterinaria. Una mujer entre dos mundos: los animales y los hombres, los quirófanos y las trincheras del dolor. Vivía con sus padres y dos hermanos menores. Su vocación era un incendio que no sabía de horarios ni de feriados.
Y entonces llegó la guerra. El 2 de abril, su padre la despertó con la noticia: “Argentina recuperó las Islas Malvinas”. Ella se quedó helada. Era como si una postal de su infancia se volviera real. En la escuela, las Malvinas estaban dibujadas junto a Tierra del Fuego. Ahora, parecía que volvían al corazón del mapa.
Las primeras semanas fueron caóticas. En el hospital comenzaron a preparar botiquines de emergencia, vuelos sanitarios, equipos de evacuación. Liliana fue destinada al hospital reubicable en Comodoro Rivadavia. Allí, entre hangares, armaban los módulos que funcionarían como centro de atención transitorio para los heridos evacuados desde las islas.
Y entonces, el 20 de mayo, explotó el infierno. El desembarco británico en San Carlos dejó decenas de soldados argentinos heridos. El hospital de Puerto Argentino estaba colapsado. Y alguien dio la orden: que viaje Colino. Era de noche. Subió al Hércules como se suben los que saben que el miedo no tiene lugar.
Hasta entonces, varias mujeres militares habían participado en la guerra desde el continente, otras habían llegado a bordo de buques sanitarios. Pero todas regresaron sin pisar tierra en combate. Liliana fue la única que entró en la zona de fuego y permaneció. La única mujer argentina que estuvo en Malvinas durante el conflicto. No fue un gesto simbólico. Fue una necesidad vital.
Permaneció en las islas durante seis días. Durante ese tiempo, el bombardeo era constante. No dormían. No sabían si el siguiente avión caería sobre ellos. Y aun así, seguían atendiendo. En el hospital de Puerto Argentino dormía vestida, comía lo que podía entre un grito y una amputación. Atendía a los heridos en estado crítico, ayudaba en las evacuaciones, organizaba recursos médicos bajo bombardeo y prestaba contención emocional. Fue testigo del caos, del coraje, del horror. Y del olvido que vendría después.
El hospital de las islas hervía de cuerpos destrozados, gritos, humo, urgencias. El 21 de mayo, el Hércules debía evacuar cincuenta heridos, pero solo pudieron subir a treinta. Los que quedaron, muchos con heridas graves, fueron reubicados como pudieron en improvisados refugios, esperando otro vuelo que quizás no llegaría. Algunos murieron en esas horas críticas; otros, con estoicismo sobrehumano, siguieron ayudando a sus compañeros mientras sus propias heridas se infectaban o sangraban en silencio. Los Sea Harriers británicos sobrevolaban amenazantes. Nadie respetaba los símbolos de la Cruz Roja. No había treguas.
Liliana atendía a los soldados como si fueran sus hermanos. Ellos, delirantes de fiebre y metralla, la miraban como si vieran un rostro de la infancia. "Usted se parece a mi hermana", le decían. A la madre, a la novia, a la patria. No sabían. Pero sabían. En ese rostro femenino estaba el consuelo que no podían nombrar.
“Ella era como una madre para nosotros”, recordaría años después un excombatiente. “Curaba como si cada uno fuera su hijo.”
“No sabía si íbamos a salir vivos, pero no podía dejar de estar ahí. Ellos me necesitaban”, recordaría ella misma.
El 26 de mayo fue evacuada junto a un grupo de heridos. Volvió en otro Hércules, sentada entre camillas, sin saber si llegarían vivos al continente. El avión voló bajo, bordeando el mar, esquivando radares enemigos. Cuando el Hércules aterrizó en el continente, nadie la esperaba. Caminó entre camillas y heridos, con la mirada perdida. En su bolsillo, una carta manchada de sangre que nunca llegó a destino.
La guerra duró más de lo que se imaginaban. Y cuando terminó, llegó el silencio. En la Fuerza Aérea nadie hablaba del tema. Liliana no recibió ascensos. No hubo reconocimiento. Su nombre no figuraba en los partes. No fue citada en informes. Sus superiores la miraban como si jamás hubiera ido. El uniforme que usó en la guerra fue doblado y olvidado en un armario institucional. Como su historia.
Pidió el ascenso que le correspondía. Le respondieron con evasivas. No había protocolo para heroínas.
Liliana Colino se fue de la Fuerza Aérea en 1986, decepcionada por la falta de reconocimiento a su labor y por el estancamiento injusto en su carrera, producto de una cultura que aún no aceptaba que una mujer pudiera tener un rol fundamental en el frente de batalla.
Hoy trabaja como veterinaria y vive con dos de sus tres hijos. Durante mucho tiempo guardó silencio sobre lo vivido, como si lo inenarrable pesara más que las palabras. Pero un día decidió hablar. Da charlas sobre Malvinas y, a pesar de haberse alejado institucionalmente, mantiene el vínculo con sus compañeros de entonces.
“No me cansa contar lo que viví”, dice. “No lo hago para ser protagonista. Lo hago para que la memoria no se apague. Lo hago por los que no volvieron. Y por todos los que sí, pero con la guerra adentro.”
“No sólo fui la única mujer que estuvo en las islas durante el conflicto, sino la única que vio flamear la bandera argentina en Malvinas.”
Liliana no disparó un arma, pero sostuvo vidas con sus propias manos. Y eso, también, es heroísmo. Tal vez más silencioso, pero igual de eterno. Porque en las guerras, las mujeres siempre estuvieron: como enfermeras, cocineras, madres, esposas, silenciadas. Pero Liliana fue más allá: estuvo en la línea de fuego, como soldado sin armas. Y su historia, que casi se pierde, merece un lugar entre las más valientes de nuestra historia.
Y mientras el viento sople en las islas, el nombre de Liliana Colino seguirá flotando entre los cirujanos del silencio. Porque fue la única. Porque fue valiente. Porque fue argentina.
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Fuentes:
· Reynoso, Beatriz. “Fui la única mujer argentina que estuvo en Malvinas durante la guerra”, Infobae, 5 de abril de 2022.
· Clarín. “Liliana Colino, la única mujer que estuvo en Malvinas durante la guerra”, Clarín Sociedad, 2022.
· Ministerio de Defensa Argentino. Archivo Oral de Veteranos de Guerra de Malvinas.
· Testimonios brindados por Liliana Colino en entrevistas públicas y actos conmemorativos (2022-2024).






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