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Todo Cambia: Un Canto al Alma y al Tiempo


Hay canciones que no son solo melodías. Son refugios, abrazos invisibles que nos sostienen cuando la vida nos empuja al cambio. Todo Cambia, en la voz inmortal de Mercedes Sosa, es un eco que resuena en el alma, recordándonos que el tiempo no se detiene, que la vida es un río en constante movimiento y que, queramos o no, estamos hechos de despedidas y reencuentros.


Lo comprendí aquella vez, cuando dejé mi familia allá lejos, en Comodoro Rivadavia, para correr detrás de mis sueños. El viento patagónico azotaba las ventanas y en la radio sonaba su voz, tibia y profunda. Me alejaba con la esperanza encendida en los ojos, pero con el peso de la distancia oprimiéndome el pecho. Todo cambiaría: la ciudad, la rutina, la gente a mi alrededor. Y, sin embargo, no podía evitar preguntarme si algo de mí quedaría allí, si el mar y sus olas seguirían esperándome, si el abrazo de mi padre conservaría el mismo calor al regreso.


Hace unos días, volví a sentir ese mismo nudo en la garganta cuando vi partir a mi hijo Ignacio. Él también dejó su hogar, esta vez para cruzar un océano, persiguiendo sus propios sueños. España lo llamaba con la promesa del amor y la felicidad, y yo lo vi partir con el mismo brillo en los ojos que tuve alguna vez.


El día de su viaje, intentamos hacer que fuera un día normal. Nos tiramos en la cama a ver una película como tantas veces, compartimos risas, abrazos y un te quiero silencioso, uno de esos que no necesitan palabras porque se sienten en la piel, en la mirada, en el alma. Quiso ser cotidiano, pero llevaba en su voz la carga de una despedida que los dos evitábamos nombrar. Pero cuando llegó el momento, cuando su mano soltó la mía en el aeropuerto y supe que no habría vuelta atrás, el nudo en la garganta se hizo más fuerte.

Lo abracé con todas mis fuerzas, como si pudiera retenerlo entre mis brazos un poco más. A su lado, su madre, con el corazón partido, lo envolvía en un abrazo cargado de amor y dolor, sabiendo que la distancia es mucha y que los días, de pronto, se acortan. María, su hermana, ese ser de luz que lo acompañó siempre, sintió cómo su alma se partía en dos al verlo marchar. La despedida era un torbellino de emociones que nos quebraba por dentro, pero yo contuve mis lágrimas. No podía desplomarme, no allí, no en ese momento.


Cambia, todo cambia…


El aeropuerto era un remolino de despedidas ajenas, de anuncios metálicos, de gente que se iba y gente que volvía. Pero en ese instante, el mundo se reducía a nosotros. A su mano soltando la mía. A su madre ocultando las lágrimas detrás de una sonrisa que no engañaba a nadie. A su hermana, que se mordía los labios para no romperse del todo.


Pero el tiempo, como siempre, sigue su curso. Lo vi cruzar la puerta, caminar con decisión, sin mirar atrás. Y ahí, en medio del ruido de los anuncios y el murmullo de la gente, sentí el eco de la voz de Mercedes recordándome lo inevitable.


"Cambia lo superficial

cambia también lo profundo

cambia el modo de pensar

cambia todo en este mundo."


¿Quién no ha sentido ese vértigo? El paso del tiempo que nos arrastra, el espejo que nos devuelve un rostro con nuevas arrugas, las calles que un día fueron hogar y que ahora nos parecen extrañas. Cambian las estaciones, cambian los rostros, cambian los sueños. Y en medio de todo, nos resistimos, queriendo aferrarnos a lo que fue, a lo que conocimos, sin darnos cuenta de que el cambio es la única certeza.


"Cambia el clima con los años

cambia el pastor su rebaño

y así como todo cambia

que yo cambie no es extraño."


Pero… ¿y el corazón? ¿Y el amor que dejamos atrás? ¿Y las raíces que nos atan a la tierra de nuestra infancia, a la risa de una madre, al aroma del pan recién horneado en la casa de los abuelos?


Mercedes lo canta con esa verdad que duele y consuela a la vez. Porque hay algo que ni el tiempo ni la distancia pueden tocar.


"Pero no cambia mi amor

por más lejos que me encuentre

ni el recuerdo ni el dolor

de mi pueblo y de mi gente."


Es en ese momento cuando la voz de Mercedes se quiebra, y con ella, nosotros. Es ahí donde entendemos que la vida nos llevará por caminos inciertos, que diremos adiós más veces de las que quisiéramos, que todo lo que amamos cambiará, pero que lo verdaderamente importante nunca se perderá.


Sí, todo cambia…


Las estaciones, los caminos, los rostros…


Pero no cambia el amor.


Permanece en la memoria de los abrazos, en las palabras que nunca se olvidan, en las distancias que no pueden romper los lazos del alma.


"Todo cambia…" canta Mercedes. Y sí, todo cambia. Y aunque el viento borre nuestras huellas, aunque la vida nos arrastre lejos, habrá una voz que nos llame en la distancia, un eco que nos devuelva a casa.


Y esa voz es la de Mercedes, cantándonos, recordándonos lo que siempre supimos en el fondo del alma:


Porque todo cambia… menos lo que más importa.


Porque el amor… nunca cambia.



 
 
 

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