Cartas al mar: el amor que no tuvo respuesta
- Roberto Arnaiz
- 11 abr
- 5 Min. de lectura
Actualizado: 4 jun
Antes de ser viuda sin saberlo, Guadalupe Cuenca fue una niña a la que el mundo ya le había asignado el silencio. Nació en Chuquisaca en 1790, y la historia le tenía preparado un convento, un velo blanco y la reclusión entre rezos. Pero entonces ocurrió lo que siempre ocurre cuando el amor y la revolución se cruzan: el destino se rompió.
A los 14 años, su rostro estaba retratado en un camafeo colgado en la vidriera de una tienda. Un joven estudiante de derecho lo vio, y preguntó si esa belleza era real. Lo era. Se llamaba Mariano Moreno. Y no descansó hasta encontrarla.
Moreno tenía 25, una mente como relámpago y el alma ya encendida por la libertad. Se enamoró de Guadalupe, se casaron en 1804 y un año después nació su hijo Marianito. En 1805, la familia se mudó a Buenos Aires, y él se metió de lleno en los engranajes de una revolución que no admitía tibiezas.
Fue el ideólogo más brillante de la Primera Junta. Fundó la Biblioteca Pública, escribió el Plan de Operaciones, defendió a los pobres, y desafió a los poderosos con ideas que ardían más que las balas. Demasiado para los hombres de corbata y miedo. Lo mandaron lejos: una misión diplomática a Londres que era, en realidad, un exilio disfrazado.
Tenía 32 años cuando murió en alta mar, el 4 de marzo de 1811, a bordo de la fragata inglesa Fame. Oficialmente, por una sobredosis de un medicamento. Extraoficialmente, por la traición. Pero lo cierto es que nadie tuvo el valor de avisarle a Guadalupe.
Unos días después de su partida, ella recibió una caja. Dentro había guantes negros, un abanico de luto y un velo. También una nota:“Como sé que va a ser viuda, le remito estos artículos que pronto corresponderán a su estado.”
Tenía 21 años.
Un hijo pequeño. Una ciudad indiferente. Y una casa que se llenaba de silencio.
Entonces Guadalupe hizo lo único que una mujer enamorada puede hacer cuando el mundo le niega respuestas: escribir.
Entre marzo y julio de 1811, escribió catorce cartas. No sabía que su destinatario estaba muerto. Las llenó de amor, política, celos, ternura, fe y desesperación. Las escribió a mano, con tinta negra y alma en carne viva.
14 de marzo:
"Estoy en cura, me asiste el doctor Argerich, pero no hay medicina que me quite este dolor: el de estar sin vos. La casa me parece vacía, como si no hubiera alma ni consuelo. Todo me duele, todo me falta. A veces me pregunto si ya habrás conocido alguna inglesa que intente ocupar mi lugar... pero no hagas eso, Moreno. No me saqués de tu corazón. Porque yo te llevo en el mío, día y noche, como se lleva una promesa que arde."
20 de abril:
"Todo es gris, todo es pesado. Van tres meses desde que te fuiste y me parecen tres años. Vivo como si caminara en la niebla. Me levanto y me cuesta respirar sin tu voz. Ay, Moreno… hay días en que pienso que la muerte sería más dulce que esta espera sin final, sin cartas, sin noticias. Te extraño en cada rincón. Y cada día sin vos es una eternidad en la que sólo vivo para esperarte."
9 de junio:
"Anoche soñé que te tenía entre mis brazos. Sentí tu calor, tu olor, tus manos. Pero me desperté y no estabas. Estaba sola. La cama, fría. El alma, rota. Y como cada madrugada, la riego con lágrimas. ¿Dónde estás, mi Moreno? ¿Nos volveremos a ver? Yo no tengo fuerzas, pero me obligo a vivir por nuestro Marianito… que anoche lloró y me preguntó por vos. Le dije que estabas lejos, pero que volverías. ¿Lo harás, amor mío?"
29 de julio, la última:
"Siempre he sabido —y vos también lo sabías— que yo te amo más que vos a mí. Pero no me importa. Yo igual te espero. Porque sin vos no puedo vivir. Porque todo lo que soy, todo lo que tengo, todo lo que deseo, está ligado a vos. Si esta carta te llega, abrila. Leela. Sentime. Porque esta tinta es mi sangre, y estas palabras son lo único que me queda mientras el mundo se empeña en arrancarte de mi vida."
Y entonces llegó la respuesta. No de él. De su cuñado Manuel. Era agosto. En el sobre, venía la noticia: Mariano había muerto cinco meses antes.Y con la carta, venían también las catorce que ella le había escrito… todas sin abrir.
Nadie las leyó. Nadie las respondió.El amor, como el cuerpo de Mariano, había quedado a la deriva en el océano.
Guadalupe pidió pensión. No limosna: dignidad.Escribió al Primer Triunvirato:“…ni la patria ni su gobierno podrán mostrarse indiferentes a nuestra miseria ni ser insensibles espectadores de nuestro amargo llanto…”
Le asignaron treinta pesos mensuales.Treinta.
Un kilo de pan costaba un real. Cada peso equivalía a ocho reales. Esa pensión alcanzaba —con suerte— para 200 kilos de pan al mes, si no vivías, si no pagabas alquiler, leña, medicinas, ni escuela para un hijo. Era una ayuda simbólica que jamás igualó el sacrificio.
Pero Guadalupe no se quebró. No lloró en los balcones. No escribió más cartas.
Crió sola a Marianito.
Vivió 43 años más.
Murió en 1854, cuando la Argentina ya tenía Constitución, pero todavía no había aprendido a honrar a sus muertos verdaderos.
Porque ella no fue una viuda de bronce. Fue llama persistente. Fue madre, compañera, escritora, mártir de papel.
Y fue —como tantas otras— una historia que la historia prefirió olvidar.
Y sin embargo, cada vez que una carta queda sin respuesta,cada vez que una mujer espera sin noticias,Guadalupe vuelve.
Sentada frente a una mesa humilde, escribiendo al mar.
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No es historia. Es corazón partido.
Bibliografía
Mariano Moreno y la revolución democrática, Norberto Galasso, 2007, Ediciones Colihue, Buenos Aires.
Los mitos de la historia argentina 2, Felipe Pigna, 2004, Editorial Planeta, Buenos Aires.
Cartas que no llegaron: Guadalupe Cuenca a Mariano Moreno, introducción de Tulio Halperín Donghi, 1996, Biblioteca Ayacucho / Centro Editor de América Latina, Buenos Aires.
Guadalupe Cuenca: cartas de una mujer enamorada, edición facsimilar, Archivo General de la Nación, 2010, Ministerio del Interior, Buenos Aires.
Mujeres en la Revolución de Mayo, María Rosa Lojo, 2010, Editorial Capital Intelectual, Buenos Aires.
La voz de las mujeres en los albores de la nación, Patricia Funes, 2015, Ediciones UNGS, Los Polvorines.
Mariano Moreno: el pensamiento político de la revolución, Jorge Myers, 1995, Editorial Biblos, Buenos Aires.






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