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LAS AMAZONAS: La pesadilla del Patriarca

 

No eran una fantasía de borracho ni un invento de bardos con exceso de lira. Heródoto, Plinio, Diodoro Sículo, Estrabón, Apolonio de Rodas, Píndaro… todos las mencionan. Todos las temen. Todos las envuelven en niebla, como si no pudieran soportar que hayan sido reales. Porque si fueron reales —y hay razones para creerlo— entonces el mundo no fue nunca lo que nos contaron.


Heródoto, que no era ningún novelista, las ubica entre escitas, en las grandes estepas del este. Dice que hablaban otro idioma, que no se casaban hasta haber matado a un enemigo. Si no lograban eso, morían vírgenes. Y montaban. Por los dioses, cómo montaban. Vivían a caballo: comían, cazaban, dormían, parían —sí, incluso parían— sin bajarse del animal. Eran una con la bestia, con la tierra, con el viento. Sus cuerpos eran músculo afilado. El arco, una extensión del brazo. El galope, una declaración de independencia.


No tenían templos de mármol ni casas de adobe. Tenían tiendas, cuchillos y ojos que no pedían permiso. En Temiscira —su capital mítica, junto al río Termodonte— criaban potros, fabricaban armas, cantaban al filo del amanecer. No rezaban. No esperaban a que nadie las salvara.


Diodoro Sículo las describe como mujeres que gobernaban y mandaban callar. Que usaban a los hombres como carne útil y los alejaban de las decisiones. No amaban en sumisión. Si deseaban, lo hacían con voz propia. Las niñas eran entrenadas desde pequeñas. Una cuerda, un arco, un cuchillo. Si no sabías usar eso a los trece, eras un estorbo.


Y entonces llegó el mito más repetido, el más rancio: el del pecho amputado. Decían que se cortaban el seno derecho para tirar mejor con el arco. Que la lanza se trababa con su feminidad. Pero la arqueología se cansó de decir que no. Falso. Pura fantasía de griegos asustados. Ninguna de las más de 300 tumbas descubiertas de mujeres guerreras tiene señales de mutilación mamaria. Ninguna.


En 2019, arqueólogos hallaron los restos de cuatro mujeres —una de ellas, una niña de trece años— enterradas con flechas, cuchillos, arcos y espadas. Y no estaban acompañadas por varones. No eran esposas de guerreros. Eran guerreras. Una de ellas fue enterrada con un carcaj sobre el pecho y un cuchillo entre las costillas. No como víctima: como amenaza aún en la muerte.


Durante siglos se creyó que esas tumbas eran de hombres. Claro. Porque a nadie se le ocurría que una mujer pudiera morir en batalla. Pero el ADN no miente. Y los huesos hablan.

Las amazonas eran la pesadilla del patriarca, el espejo que devolvía lo que nadie quería ver: mujeres que no obedecían. No tejían. No lloraban en la ventana. No esperaban. No mendigaban amor. Cuando amaban, lo hacían sin bajarse del caballo. Y cuando odiaban, clavaban sin temblar.


En la literatura griega, mueren todas. Siempre. Porque había que matar ese peligro. Porque había que dejar claro que, al final, el orden masculino triunfaba. Pero los relatos no podían evitar admirarlas. Las mataban, sí. Pero antes las exaltaban. Antes las hacían brillar. Como si, en el fondo, los mismos cronistas supieran que esas mujeres decían la verdad del cuerpo. La verdad de la libertad.


Estrabón intentó reducirlas a una rareza geográfica. Como si fueran consecuencia de un clima equivocado. Los poetas romanos, más sinceros, las convirtieron en símbolos. Las amaron con miedo. Ovidio escribió de ellas como si fueran meteoros: breves, hermosas, inevitables. Virgilio las invocó como un susurro del mundo que ya no era, pero que seguía latiendo debajo del mármol.


Y mientras los siglos se llenaban de filósofos, de catedrales, de tratados, ellas seguían ahí. Calladas, escondidas en la tierra. Esperando que alguien las escuche. Hasta que vinieron los arqueólogos. Y en las estepas de Eurasia —esa cicatriz infinita donde sopla el eco de lo que fuimos— aparecieron.


Una, dos, cientos de tumbas. Mujeres con puntas de flecha incrustadas en la pelvis. Mujeres con espadas al costado. Mujeres con los muslos marcados por la monta. Mujeres que sangraron sin pedir auxilio. Guerreras sin epopeya. Soldadas al olvido.

Y entonces, como un relámpago, vuelve la pregunta. ¿Qué hacían estas mujeres con armas en las manos?


Lo que toda persona libre hace con un arma: defenderse.Y lo que toda mujer libre hace con la historia: reescribirla.


No fueron una leyenda.

Fueron una rebelión.


Una posibilidad que el mundo trató de enterrar con palabras.

Pero siguen ahí.

Cabalgando por el borde del mito.

Con la frente alta.

Y la lanza lista.


Te recomiendo leer el libro: Mujeres que No Pidieron Permiso y Cambiaron la Historia, lo puedes encontrar en Amazon o Kindle y mucho más barato que un libro de Argentina.  https://www.amazon.com/-/es/Roberto-Arnaiz-ebook/dp/B0FBSTJNDY/ref=sr_1_3


Fuentes clásicas citadas en el texto

  1. Heródoto


    Historias — Libro IV, donde describe a los escitas y a las amazonas, incluyendo la anécdota sobre su integración con los sármatas.


    → Edición recomendada: Heródoto. Historias. Gredos, 1992.

  2. Diodoro Sículo


    Biblioteca histórica, Libros II y III, donde relata la existencia de un reino de mujeres guerreras en Asia.


    → Diodoro Sículo. Biblioteca histórica. Gredos, 2004.

  3. Plinio el Viejo


    Historia Natural, Libro VI, capítulo 19, menciona a las amazonas en la descripción de Asia Central.


    → Plinio el Viejo. Historia Natural. Alianza Editorial, 1986.

  4. Estrabón


    Geografía, Libro XI, donde discute la región del Cáucaso y menciona a las amazonas como una rareza étnica.


    → Estrabón. Geografía. Gredos, 2001.

  5. Apolonio de Rodas


    Las Argonáuticas, donde narra el paso de los argonautas por Temiscira.


    → Apolonio de Rodas. Las Argonáuticas. Cátedra, 2006.

  6. Ovidio


    Heroidas, Metamorfosis. En varios pasajes menciona figuras míticas de amazonas.


    → Ovidio. Metamorfosis. Alianza Editorial, 1990.

  7. Virgilio


    La Eneida, especialmente el canto en el que aparece Camila, una figura inspirada en las amazonas.


    → Virgilio. La Eneida. Gredos, 1995.

🔬 Fuentes arqueológicas y estudios modernos

  1. Adrienne Mayor


    The Amazons: Lives and Legends of Warrior Women Across the Ancient World.


    Princeton University Press, 2014.


    → Obra esencial que combina fuentes clásicas y hallazgos arqueológicos recientes, como las tumbas de mujeres guerreras en Eurasia. Incluye ADN, armamento, estudios de género y simbología.

  2. Jeannine Davis-Kimball


    Warrior Women: An Archaeologist's Search for History's Hidden Heroines.


    Warner Books, 2002.


    → La arqueóloga pionera en el estudio de tumbas de mujeres sármatas y escitas que mostraban características de vida guerrera. Muy citada en investigaciones sobre amazonas históricas.

  3. Barry Cunliffe


    The Scythians: Nomad Warriors of the Steppe. Oxford University Press, 2019.


    → Obra sobre los escitas, el entorno en el que las amazonas probablemente surgieron. Detalla hallazgos de mujeres armadas en kurganes.

  4. Journal of Archaeological Science


    Numerosos artículos científicos desde 2010 han documentado el hallazgo de tumbas de mujeres armadas en las estepas del sur de Rusia, Kazajistán y Mongolia.


    → Ver especialmente el artículo: “Archaeological Evidence for Female Warriors in Scythian Culture” (2019).

  5. National Geographic


    Artículo de diciembre de 2019: “Secrets of the Scythians: Were the Ancient Amazons Real?”, que reporta el hallazgo de las cuatro mujeres guerreras enterradas con armas, incluida una niña de trece años.


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