"Vine, vi, vencí" (Veni, vidi, vici)
- Roberto Arnaiz
- 16 ene
- 2 Min. de lectura
Tres palabras. Nada más y nada menos. Tres golpes que resumen la esencia de lo que significa lanzarse a la vida sin dudar, sin mirar atrás, sin pedir permiso. Esas palabras no solo narran un hecho; son una declaración de principios, una filosofía. Julio César las pronunció después de ganar la Batalla de Zela en un suspiro, y con ellas nos dejó un legado que arde como un desafío: si vas a hacer algo, hazlo rápido, hazlo bien, y hazlo sin disculpas.
Porque la vida no espera. La vida no te da tregua para analizar cada detalle, para cuestionarte si es el momento correcto o si tienes lo necesario. La vida no es para los indecisos. Llegas, observas lo que tienes delante, y lo conquistas. No se trata de tener todas las respuestas ni de saber cómo terminará. Se trata de tener la audacia de empezar, de moverte antes de que el miedo te paralice, de tomar el control antes de que las dudas lo hagan por ti.
Veni, vidi, vici. Es un grito de guerra contra la inacción, una patada al pesimismo que te susurra al oído que no puedes. Porque sí puedes. Porque llegar no basta. Porque ver no es suficiente. Es vencer lo que importa. No para demostrarle algo al mundo, sino para demostrarte a ti mismo que tienes la fuerza, que tienes el coraje, que tienes lo que se necesita.
Y cuando el cansancio quiera detenerte, cuando las derrotas temporales intenten aplastar tus ganas, recuerda estas tres palabras. Son la brújula que señala el norte de los audaces. Porque el mundo no se inclina ante los que dudan. Se inclina ante los que llegan, ven y vencen. ¿Qué vas a hacer tú? ¿Vas a quedarte mirando desde la orilla o vas a lanzarte de lleno, sabiendo que el único fracaso es no intentarlo?






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