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CUANDO LONDRES PROPUSO COMPARTIR LAS MALVINAS: DOS BANDERAS, UN TERRITORIO.


El condominio o Soberanía compartida:

  

Corría 1974. En Argentina, Juan Domingo Perón regresaba por tercera vez a la presidencia, tras años de exilio y proscripción. El país vivía un clima de efervescencia política: una sociedad polarizada, inflación en alza, violencia creciente entre facciones internas del peronismo y un aparato estatal que oscilaba entre el agotamiento y el autoritarismo.


Del otro lado del Atlántico, el Reino Unido, gobernado por el laborismo de Harold Wilson, intentaba adaptarse a un mundo en mutación. El proceso de descolonización había debilitado su proyección global, la crisis del petróleo golpeaba su economía, y las islas Malvinas —aisladas y costosas— perdían valor estratégico. El país enfrentaba su propio ocaso imperial: huelgas generalizadas, conflictos laborales, el ingreso reciente a la Comunidad Económica Europea y una sensación de pérdida de influencia global que empujaba al pragmatismo.


Fue en ese marco —de debilidad mutua y realismo diplomático— que surgió una idea insólita: compartir la soberanía de las Malvinas. Una solución a medio camino entre la historia y la utopía.


Hay propuestas que se archivan en silencio, como si al no decirlas se borraran del mundo. Pero algunas, por más polvo que acumulen, siguen haciendo ruido.


En 1974, cuando la Guerra de Malvinas aún era un espectro lejano, el gobierno británico sorprendió con una propuesta inesperada: compartir la soberanía de las islas con Argentina. Sí, compartir. Dos banderas flameando en Puerto Argentino, dos idiomas oficiales, dos gobiernos alternados.


La historia la reveló, entre otros, el diplomático argentino Carlos Ortiz de Rozas, y fue publicada años más tarde por el Daily Mail. El plan fue entregado en forma confidencial por el embajador británico en Buenos Aires, James Hutton, directamente a Juan Domingo Perón.


El líder, curtido por el exilio y por una salud que ya se debilitaba, no dudó. “Aceptemos. Una vez que pongamos pie en las Malvinas no nos saca nadie y poco tiempo después la soberanía será argentina por completo”, habría dicho con su olfato político encendido.


James Hutton no era un burócrata más. Había sido designado embajador en Buenos Aires con un objetivo concreto: destrabar el conflicto por las islas. Diplomático de carrera, hábil y reservado, supo que la historia no siempre se escribe en conferencias, sino en sobremesas cargadas de gestos.


El 10 de junio de 1974 cumplió su parte. El resto dependía de la salud de Perón y de los vientos de la política.


La propuesta era clara. Un condominio. Un gobernador nombrado de forma rotativa: un año designado por la Reina, otro por el Presidente argentino. Idiomas oficiales: inglés y castellano. Respeto al estilo de vida isleño, a su propiedad privada, a su religión, a sus costumbres. Una convivencia diplomática sin precedentes.


El 10 de junio de 1974, Hutton cruzó los salones de la residencia presidencial con un sobre sellado. Adentro, la idea de un condominio. Afuera, la historia aguardaba su giro.


Perón, viejo, enfermo pero lúcido, sabía que no tenía mucho tiempo. Y quizás por eso, su “aceptemos” tuvo el tono de quien juega su última carta en el tablero de la historia.


Pero el 1° de julio de 1974, tres semanas después del ofrecimiento británico, Perón murió. Y con él, el plan. Con Perón murió también el último intento serio de evitar una guerra por las islas.


Isabel Martínez heredó la presidencia, pero no la autoridad política. Londres desconfiaba de su capacidad para sostener acuerdos de largo aliento y se retiró de la mesa de negociación.

Años más tarde, el exvicecanciller Fernando Petrella confirmaría que entre 1965 y 1982 hubo al menos tres caminos diplomáticos explorados: el condominio (soberanía compartida), el retroarriendo (transferencia formal a Argentina con un alquiler simbólico a Londres por 99 años) y una fórmula a lo Hong Kong: una sola isla, dos sistemas. Nada prosperó.


¿Por qué? Porque Argentina siempre creyó que podía conseguirlo todo de inmediato.


Ya en 1965, la Resolución 2065 de la ONU instaba a ambas partes a dialogar. En enero de 1966, el canciller británico Michael Stewart visitó Buenos Aires. Argentina, entonces gobernada por Arturo Illia, ofrecía respeto por el idioma inglés, la propiedad privada y la religión protestante.


El canciller inglés volvió a Londres con una idea entre ceja y ceja: había una chance de ceder las islas. Pero entonces irrumpió un actor inesperado: la Falkland Island Company. Fundada en el siglo XIX y vinculada con sectores del poder económico británico, la FIC no solo dominaba tierras, sino también el sistema comercial y de transporte de las islas.


Su influencia sobre los isleños era directa, y sus vínculos con el Parlamento inglés le daban un poder desproporcionado para frenar cualquier intento de acercamiento con Argentina. Organizó un lobby feroz. Cartas al Parlamento, presión a los medios, y una narrativa sencilla pero efectiva: “los isleños no quieren ser argentinos; son tan británicos como nosotros”. Resultado: todo se frenó. Y después, vino la dictadura de Onganía.


En 1974, el plan fue desempolvado. El Foreign Office elaboró un “non paper”, una especie de borrador informal para futuras negociaciones. Está fechado el 20 de diciembre. Fue traducido, firmado y sellado por la Cancillería argentina. Pero la respuesta nunca llegó.


El peronismo ya estaba fracturado. Isabel Perón temía a los sectores más duros de su partido. Y Londres se hartó. Cerró la carpeta y se guardó la llave. Hasta hoy.


Curiosamente, ni los medios ni el Congreso ni la ciudadanía argentina supieron demasiado del plan en su momento. El secreto fue casi absoluto. Tal vez porque la historia oficial se construye no sólo con lo que se dice, sino con lo que se calla.


Ese acuerdo pudo haber cambiado la historia. Sin guerra, sin muertos, sin tumbas heladas. Con diálogo. Pero la historia no se hace con el condicional. Se hace con decisiones. Y la decisión fue esconder el archivo en un cajón y apagar la luz. El silencio se impuso. Hasta que las bombas hablaron en 1982.


Hoy, releer esa propuesta es como mirar una foto en sepia. Tiene la textura de lo posible que no fue. De lo racional que se ahogó en la política. De una oportunidad que, como tantas en nuestra historia, murió sin haber nacido del todo.


Entre un condominio y una guerra sólo hubo ocho años, un cajón cerrado y un país que eligió callar.


Tal vez ha llegado el momento de desempolvar esas viejas propuestas. No para volver al pasado, sino para imaginar un futuro donde la soberanía se construya con palabras antes que con pólvora. Porque a veces, una propuesta olvidada encierra la clave de un mañana posible.


Y porque, como bien dijo Fernando Petrella: “Lo que no se puede obtener hoy, no se debe descartar que se pueda lograr mañana”.


Cronología diplomática clave (1965–1982):


  • 1965: Resolución 2065 de la ONU insta al diálogo por Malvinas.

  • 1966: Visita del canciller Michael Stewart a Buenos Aires.

  • 1974: Entrega del plan de condominio por parte de James Hutton a Perón.

  • 20 de diciembre de 1974: Foreign Office emite el “non paper”.

  • 1982: Guerra de Malvinas.


¿Qué es un "non paper"? En diplomacia, un “non paper” es un documento informal que no representa una posición oficial firmada, pero sirve como base para explorar soluciones preliminares. No está fechado ni firmado por las partes de forma oficial, lo que permite mayor flexibilidad en negociaciones sensibles.


El emitido por el Foreign Office británico en diciembre de 1974 proponía un esquema de soberanía compartida en las Malvinas, y fue debidamente registrado por la Cancillería argentina como prueba del ofrecimiento.


Bibliografía y fuentes:


·      Mariano Jasovich, “Cuando los ingleses le ofrecieron a Perón compartir la soberanía de Malvinas”, Infobae, 9 de septiembre de 2022.

·      Carlos Ortiz de Rozas, Confidencias diplomáticas, Buenos Aires, 2001.

·      Fernando Petrella, declaraciones a Infobae (2022).

·      Resolución 2065 (XX) de la Asamblea General de la ONU, 1965.

·      Archivo de la Cancillería Argentina, documento “non paper” del Foreign Office, 20 de diciembre de 1974.

·      Michael Stewart, Life and Labour: An Autobiography, Londres, 1980.

·      Falkland Islands Review Committee Report (Franks Report), Londres, 1983.

·      The Guardian Archive, cobertura diplomática 1974.

·      Daily Mail, “Revealed: Secret Falklands deal that never was”, edición digital, 2022.


ree

 
 
 

1 comentario


gavinshort1862
hace 7 horas

Your article misses one very important aspect. We did have a UK Government Minister visit the Falklands and try selling leaseback to us. The response was a resounding "no thank you". I do know that the Falklands Government also voted on the plan and they too rejected it which was a splendid piece of self-determination. Every now and again we see argentines try to get back to the 1970s and speak wistfully of leaseback but for us here in the Falklands leaseback is still as hideously unattractive now, as it was back then so it remains dead in the water. A silly idea from a bygone era - but an era that I can still remember.

Best wishes

 

Gavin…

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