EL INSTITUTO: DONDE LA HISTORIA SE PONE DE PIE
- Roberto Arnaiz
- hace 2 días
- 6 Min. de lectura
El Instituto Argentino de Historia Militar
Hay lugares que uno descubre tarde, cuando ya cargó demasiadas derrotas, demasiados libros subrayados y demasiadas certezas que después se desmoronan como yeso viejo. Lugares que parecen hechos para esos tipos que no duermen porque una pregunta les taladra la sien noche tras noche: ¿cómo se hace un país?
Y más todavía: ¿quiénes fueron los hombres y mujeres que lo sostuvieron cuando el viento quiso voltearlo?
Existen —aunque cueste creerlo— instituciones donde esas preguntas no chocan contra la indiferencia hueca del mundo moderno. Lugares donde alguien te mira fijo y te dice sin vueltas: “Sentate. Acá buscamos la verdad. Acá se investiga.”
Uno de esos lugares nació hace casi un siglo, no en el mármol frío de Europa ni en la penumbra señorial de un archivo extranjero, sino acá, en nuestra Buenos Aires. El 8 de noviembre de 1930, un decreto —Boletín 2490, para los fanáticos del detalle minucioso— encendió una chispa que todavía arde. Así comenzó la historia del Instituto Argentino de Historia Militar.
Y lo que sigue no es solo su historia.
Es una invitación.
I — El día en que empezó todo
Cuentan que aquel 8 de noviembre, cuando el Presidente de la Nación firmó el decreto fundacional, la tinta pareció más espesa, como si presintiera que ese trazo no solo creaba un organismo, sino que sellaba un compromiso con la memoria militar de un país joven, orgulloso y turbulento.
El Instituto nació dentro de la Escuela Superior de Guerra, bajo la tutela de quienes conocían la dureza del campo, el peso del mando y el silencio de la responsabilidad. Para conducir la criatura recién nacida eligieron a dos colosos de distinta estirpe, porque hacía falta esa mezcla para que el proyecto respirara hondo:
· Un militar, Juan Manuel Monferini, que sabía de estrategia, disciplina y barro;
· Y un civil, Ricardo Levene, probablemente el historiador más fértil y luminoso de su generación, un arquitecto de instituciones que trabajaba con la obstinación de los visionarios.
Si se mira bien, esa combinación explica todo.
Mitad sable, mitad biblioteca.
Mitad campaña, mitad archivo.
Mitad tierra, mitad pensamiento.
No se puede narrar la historia militar sin comprender el corazón humano del soldado.Y no se puede analizar una batalla sin entender los detalles técnicos, la doctrina, la logística, los mapas, la política que late debajo.
El Instituto nació para unir aquello que nunca debió separarse.
II — Los primeros años: luces que brillan en la penumbra
Durante décadas —hasta 1993— el Instituto funcionó integrado a la Escuela Superior de Guerra. A veces con ritmo constante, a veces tambaleando como un farol viejo en la vereda, pero una cosa es segura: nunca dejó de producir valor histórico.
Por sus pasillos desfilaron nombres que deberían estar esculpidos en bronce si este país fuera más agradecido con quienes lo piensan:
· Ricardo Caillet Bois, académico de pluma afilada;
· Los generales Sánchez de Bustamante, Guglialmelli, Maffey;
· El coronel Ornstein, investigador incansable.
Esos hombres no veían en la historia militar un desfile de uniformes. Veían decisiones al borde del abismo, logística improvisada, errores fatales, gestos de humanidad, cadenas de mando, dudas, esperanzas, tragedias.
El material que produjeron —muchas veces ignorado afuera pero indispensable dentro— es de una riqueza que sorprende si uno recuerda cuán agitado era el país en ese período.
Pero así es la Argentina: mientras todo se derrumba, siempre aparece alguien que insiste en construir.
III — 1993: El renacimiento
A veces a una institución hay que volver a fundarla para que vuelva a respirar. Eso ocurrió en 1993, cuando el General Teófilo Goyret tomó el Instituto con la determinación de quien encuentra una máquina histórica y decide restaurarla hasta que vuelva a rugir.
Ese año, el Instituto dejó de depender de la Escuela Superior de Guerra y pasó a formar parte del Instituto de Educación Superior del Ejército. El paso siguiente fue decisivo: el 7 de agosto de 1995, el Ministerio de Educación y Justicia lo reconoció oficialmente como instituto universitario.
Universitario.Investigativo.Científico.Historiográfico.
En un país donde la memoria muchas veces se evapora, esto fue como reforzar los cimientos de un edificio imprescindible.
IV — Sus funciones: un corazón que late con sentido
Lo que hace el Instituto no es burocracia. Es músculo. Es misión. Es identidad.
1. Investigar la Historia Militar Argentina
No para repetirla ni romantizarla.
Para desarmarla, comprenderla, iluminarla.
El Instituto produce conocimiento nuevo, serio y necesario.
2. Establecer vínculos con investigadores e instituciones del país y del mundo
La historia no se escribe en soledad. Se construye en comunidad.Cada vínculo es una ventana abierta.
3. Organizar actos académicos
Congresos, jornadas, seminarios. Espacios donde se cruzan soldados, civiles, profesores, cadetes, historiadores, veteranos.
Allí la historia respira.
4. Publicar
Desde 1993, veintiséis libros.
Cada uno es un ladrillo en el edificio de nuestra memoria militar.
5. Fomentar el interés del personal militar por la historia
Un Ejército sin memoria es un Ejército a la deriva.Un país sin historia es un país que tropieza dos veces con la misma piedra.
V — Congresos, libros, debates: la historia que sale al mundo
El Instituto organizó grandes encuentros que dejaron huella:
· Cuatro congresos internacionales (1970, 2005, 2010, 2016);
· Cinco congresos nacionales (1996, 1999, 2012 y dos en 2017).
Cada uno fue un hervidero de pensamiento y discusión.Un laboratorio donde se cruzaron saberes, documentos, testimonios y debates encendidos.
A todo eso se suman concursos historiográficos, seminarios, jornadas temáticas. Y ahora se viene el próximo paso: el libro del congreso por los 35 años de Malvinas.
No es “otro libro sobre Malvinas”.
Es una nueva lectura, desde una nueva época, con nuevas preguntas.Y eso siempre vale la pena.
VI — La palabra escrita: la huella que queda
Los veintiséis libros publicados no son ornamentos académicos.Son anclas. Son posteos de ruta para quien quiera entender el entramado militar de nuestra historia.
Cuando un país escribe sus propios libros, deja de ser un espectador y se vuelve protagonista de su propia memoria.
VII — El salto al siglo XXI: la historia en movimiento
Desde 2015, el Instituto dicta cursos por medio de la plataforma de la Facultad del Ejército.
Ya no hace falta viajar para estudiar. La historia militar llega a cada rincón del país.
Además, publica con regularidad en la Revista del Suboficial, en el periódico Soldados, y participa activamente en el plan de difusión del Ejército en medios gráficos y digitales.
La historia ya no está encerrada en un archivo:
circula.
se comparte.
crece.
VIII — Por qué deberías querer pertenecer
Hasta acá, los hechos.
Ahora, el alma del asunto.
El Instituto Argentino de Historia Militar no es un museo. No es un depósito de papeles amarillos ni un santuario de uniformes que ya no existen.
Es un fogón. Un punto de encuentro para quienes sienten que la historia late como un corazón inquieto.
Para quienes entienden que el pasado es una herramienta, no una reliquia.Para quienes saben que la patria se defiende también con la memoria.
Allí conviven:
· los que usaron botas,
· los que usan guardapolvo,
· los que cargan cicatrices,
· los que cargan libros.
Es un espacio único donde el militar y el civil se encuentran sin jerarquías intelectuales, sin prejuicios, sin barreras.
Si existe un lugar donde la historia militar se piensa de manera seria, profunda y humana, es ahí.
IX — Por qué la historia militar importa de verdad
Porque es la historia del coraje y del error.
De la estrategia y del hambre.
Del barro en las botas y del silencio que cae después de una orden. Es la historia de un país que nunca la tuvo fácil, pero que nunca dejó de pelear.
Estudiarla es estudiar carácter.
Es estudiar nación.
Es comprender por qué somos como somos.
En un mundo saturado de opinólogos improvisados, el Instituto enseña algo más raro y valioso: criterio.
X — El llamado
Si vos creés que la historia es una forma de servicio. Si sospechás que cada documento es una puerta.
Si te conmueve la idea de construir memoria en vez de repetir slogans. Si querés pensar el país desde sus raíces más profundas.
Entonces, el Instituto te está llamando.
No importa la edad, importan los valores. No importa el lugar donde vivas —acá o allá— importan las ganas, el esfuerzo, la convicción de querer aportar. Hay lugar para todos.
Acercate. Tocá la puerta. Entrá.
Tal vez descubras que tu lugar está entre quienes desentierran verdades, corrigen mitos, iluminan campañas, estudian Malvinas sin banderas de ocasión, investigan legiones, fortines, montoneras, regimientos, tácticas, decisiones, errores y aciertos.
La patria no se defiende solo con fusiles.También se defiende con ideas.
XI — Epílogo: cuando la historia se vuelve carne
Si pensás que la historia militar es una sucesión fría de fechas y uniformes, pasá un día por el Instituto.
Escuchá a un coronel jubilado contar cómo improvisaron una maniobra bajo un temporal. Escuchá a un investigador desmenuzar la logística del Ejército de los Andes. Escuchá a un joven oficial analizar cómo una táctica antigua cobra sentido en conflictos modernos. Escuchá a un veterano narrar Malvinas sin épica vacía.
Vas a sentir algo en el pecho.Una mezcla fulminante de orgullo, curiosidad y responsabilidad.
Y entonces lo vas a saber:
Este es un lugar donde se piensa la patria.
Y donde pertenecer no es un privilegio:Es una misión.
te invitoa leer su Boletín para que conozcas lo que hacen:
file:///C:/Users/rcarn/Downloads/Bolet%C3%ADn%20IAHM%20-%20Edici%C3%B3n%20Nro%2028.pdf






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