top of page
  • Facebook
  • Instagram
Buscar

La Delfina: la heroína del Litoral


En los primeros decenios del siglo XIX, el territorio del antiguo virreinato del Río de la Plata era una herida abierta. Las Provincias Unidas recién habían declarado su independencia en 1816, pero el sueño de la libertad estaba lejos de haberse concretado. La anarquía se había apoderado del mapa. No había presidente, ni moneda común, ni leyes iguales para todos. Había caudillos. Había lanzas. Y había una guerra sin cuartel entre quienes querían un país centralizado desde Buenos Aires y quienes defendían el federalismo, con las provincias unidas por pacto y autonomía.


En ese contexto feroz, donde la muerte cabalgaba todos los días y la patria aún no tenía rostro, apareció una mujer que rompió con todo: La Delfina.


Esta es la historia de una mujer que vivió con el corazón encendido y el alma al galope. Una figura hecha de coraje, pasión y destino. Se la conoció como La Delfina, y todavía hay caminos, escuelas y plazas que llevan su nombre. Pero más allá de los homenajes, lo que verdaderamente importa es que vivió como las grandes: con ideales firmes, con la mirada alta y al frente de la batalla.


Mucho de lo que sabemos sobre su infancia y juventud proviene de la historia oral, de crónicas locales o de versiones transmitidas en familia. Algunos relatos afirman que fue hija de un militar portugués o brasileño, que creció entre fortines, y que desde muy joven demostró habilidades poco comunes para una mujer de la época: montar a caballo, lanzar cuchillos, conocer los senderos del monte y la psicología de los soldados.


Tal vez de niña ya galopaba entre los pastizales del litoral. Tal vez alguien le enseñó a blandir una daga antes que a bordar. Tal vez la guerra la encontró lista, como si la hubiera estado esperando desde siempre.


Su camino se cruzó con el de Francisco “Pancho” Ramírez en Paysandú, en 1818. Desde aquel primer encuentro, no hubo marcha atrás. La Delfina se integró al ejército como una más, vistiendo el uniforme, manejando las armas, trazando estrategias, cabalgando al lado del caudillo.


Fue su compañera en el amor y en la guerra, en los días de gloria y en los caminos inciertos del Litoral. Participó en campañas decisivas. Luchó en Entre Ríos, Corrientes, Santa Fe y Córdoba. Fue parte activa en la construcción de la República de Entre Ríos, una gesta que no se explica sin su presencia.


Aquella república efímera, proclamada por Ramírez en 1820, buscaba consagrar el autonomismo y la libertad de las provincias del Litoral, en oposición a las pretensiones centralistas porteñas.


La Delfina, como primera dama de facto de ese estado, participó no solo en las campañas militares sino también en la organización logística, el acompañamiento sanitario de las tropas y la defensa moral del proyecto federal. Algunos testimonios aseguran que Ramírez no tomaba una decisión importante sin antes consultarla. Su voz resonaba en los consejos de guerra con el mismo peso que la de un coronel.


El historiador entrerriano Aníbal Vázquez ha documentado que en 1819, durante un enfrentamiento en las cercanías de Paraná, La Delfina encabezó una maniobra envolvente con un grupo de lanceras que permitió retomar un campamento tomado por fuerzas porteñas. Vázquez afirma: “No solo fue un símbolo, fue una combatiente real, cuya presencia infundía valor a los suyos y respeto en el enemigo”.


¿Quiénes eran estas lanceras? Según estudios de la historiadora Marina Ponce de León, fueron mujeres que integraron de forma estable las fuerzas artiguistas y federales desde 1815, y su número se estima entre 80 y 120 combatientes en diversas campañas.


Se instruían en equitación, uso de lanza, y en tareas de logística y sanidad, pero muchas demostraron pericia en combate directo. La Delfina no solo las comandó en ocasiones, sino que fue su ejemplo viviente. Algunas como Juana Navarro, Rufina Iturrieta o Paula Fernández, aparecen mencionadas en partes militares y cartas privadas.


Estas mujeres fueron mucho más que apoyo moral: eran parte de la línea de fuego, y en muchos casos, la diferencia entre la vida y la derrota.


En la batalla de Coronda, en junio de 1820, según testimonios recopilados por Fermín Chávez, La Delfina luchó cuerpo a cuerpo en una escaramuza donde rescató a dos soldados heridos, arrastrándolos fuera del campo de fuego.


Su acción fue destacada por el coronel José Miguel Carrera, quien escribió en una carta que “jamás había visto tal temple en una mujer ni tal coraje en un oficial”.


También fue clave en la campaña contra los portugueses en la Banda Oriental. En una emboscada en las cercanías del arroyo Queguay, logró coordinar la defensa de una caravana de suministros que estaba a punto de ser capturada, demostrando una extraordinaria capacidad de liderazgo.


El parte de batalla firmado por Ramírez destaca: “La acción de la señora Delfina ha salvado la columna de provisiones y la moral de la tropa”.


El vínculo con Ramírez no fue una anécdota romántica: fue una alianza de almas, un acuerdo silencioso de honor y amor. Mientras el Supremo Entrerriano escribía con sable la historia del federalismo, ella estaba a su lado, haciendo historia con cada gesto, cada orden, cada batalla.


El 10 de julio de 1821, en Las Piedritas de Río Seco, Córdoba, el destino quiso ponerla a prueba. Las fuerzas combinadas de Estanislao López y Juan Bautista Bustos cercaron al ejército de Ramírez. En medio del combate, La Delfina fue interceptada.


Ramírez, que había logrado abrirse paso, supo que ella había quedado atrás. Y entonces eligió volver. El Supremo Entrerriano enfrentó al enemigo con la lanza en alto, buscando rescatarla, cumpliendo hasta el final su juramento de amor y lealtad. Lo alcanzó una bala. Cayó, pero su gesto quedó escrito en la historia como una de las acciones más puras y valientes del tiempo de caudillos.


La Delfina logró escapar. Herida por la pérdida, se refugió en Santiago del Estero y luego regresó a Concepción del Uruguay, la ciudad donde todo había comenzado.


Allí vivió durante 18 años más, recordando, resistiendo, manteniendo viva la memoria del hombre al que había amado con todo su ser. Algunos cronistas locales del siglo XIX mencionan que podría haber tenido un hijo, pero no existen documentos concluyentes.


La leyenda afirma que lo crió en el silencio, lejos del ruido de las lanzas, aunque ningún registro oficial lo confirma. Vivió con dignidad, rodeada del respeto de quienes sabían quién era. Algunos veteranos de la causa federal la visitaban en fechas señaladas. Conservaba el uniforme de Ramírez, un rosario trenzado en cuero y una caja de cartas que, se dice, nunca dejó de releer.


Su nombre comenzó a apagarse en los manuales, pero las llamas verdaderas nunca mueren. El legado de La Delfina sigue creciendo. En Paraná, Seguí, Villaguay, Oro Verde y Nogoyá, su nombre bautiza escuelas, centros de salud, paseos y terminales.


Su figura se recuerda como la de una mujer decidida, valiente, apasionada. Una pionera en el campo de batalla. Una constructora de país. Una heroína entrerriana que caminó —o mejor dicho, cabalgó— por el filo de la historia.


Su historia también se entrelaza con la de Norberta Calvento, la prometida de Ramírez, que vivió hasta los 90 años esperando en silencio. Ambas, desde distintos caminos, dejaron una marca indeleble en la memoria colectiva. El amor de una no borra al de la otra. Ambas existieron. Ambas resistieron.


La figura de La Delfina ha comenzado a ser revalorizada no solo por su papel militar sino también como símbolo de las mujeres que abrieron caminos en un siglo que no les ofrecía derechos, pero no pudo negarles la historia. La socióloga Dora Barrancos escribió: “La Delfina representa esa mujer del siglo XIX que, sin romper con los mandatos del amor, supo tomar las armas y decidir su destino”.


Y cuando el sol cae sobre los campos entrerrianos y el viento mueve las hojas como si fueran susurros, muchos aseguran que todavía se escucha su nombre: La Delfina. La mujer que peleó, amó y vivió con el corazón en alto. Aquella que fue bandera, jinete y llama.


Porque La Delfina no fue un mito. Fue una realidad ardiente, una guerrera auténtica, una historia viva que merece ser contada con orgullo.

 

Cronología de vida y combates destacados

·  1798: Presunto año de nacimiento (Buenos Aires o Río Grande, Brasil).

·  1816: Invasión luso-brasileña a la Banda Oriental. Posible origen de su cautiverio o su incorporación a las milicias federales.

·  1818: Encuentro con Pancho Ramírez en Paysandú. Se integra como combatiente al ejército federal.

·  1819 (mayo): Enfrentamiento cerca de Paraná, lidera una maniobra envolvente con lanceras para retomar un campamento (según Aníbal Vázquez).

·  1820 (enero): Participa en la campaña de Cepeda. Ramírez y López derrotan al Directorio.

·  1820 (junio): Batalla de Coronda. Rescata a dos soldados en plena escaramuza (testimonio citado por Fermín Chávez).

·  1821 (julio 10): Combate de Las Piedritas, Córdoba. Ramírez muere al intentar rescatarla. Ella logra escapar.

·  1821–1839: Reside en Santiago del Estero y luego en Concepción del Uruguay. Vive retirada pero respetada por veteranos y pobladores.

·  1839 (junio 28): Fallece en Concepción del Uruguay.

·  Siglo XXI: Su figura es reivindicada como heroína provincial y símbolo del rol femenino en la independencia.

 

Bibliografía

·  Chávez, Fermín. Francisco Ramírez, el Supremo Entrerriano. Buenos Aires: Peña Lillo, 1984.

·  Vázquez, Aníbal. La Delfina y la República de Entre Ríos. Editorial del Litoral, Paraná, 2002.

·  Barrancos, Dora. Mujeres en la sociedad argentina: una historia de cinco siglos. Sudamericana, 2007.



 
 
 

Comentarios


¿Queres ser el primero en enterarte de los nuevos lanzamientos y promociones?

Serás el primero en enterarte de los lanzamientos

© 2025 Creado por Ignacio Arnaiz

bottom of page