Los Ingenieros de la Trinchera: La noche en que el teniente Quiroga frenó a los británicos en Monte Longdon
- Roberto Arnaiz
- hace 10 horas
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Durante la Guerra de Malvinas, hubo colinas que se convirtieron en trincheras, y soldados que pasaron de la sombra al fuego en cuestión de minutos. Una de esas colinas fue Monte Longdon. Y entre los soldados, hubo una sección de zapadores —técnicos del Ejército— que, sin ser infantería de asalto, dieron una lección de coraje bajo fuego. Al frente, el teniente santiagueño Hugo Quiroga, protagonista de una de las acciones más decisivas por la soberanía del archipiélago en el Atlántico Sur.
Tras el desembarco argentino en Puerto Argentino, el conflicto escaló rápidamente. Para junio, la lucha había llegado a un punto crítico. Puerto Argentino estaba cercado por los británicos, y los altos mandos sabían que la resistencia dependía del control de las alturas que dominaban la capital. Una de esas alturas era Monte Longdon. Ese punto elevado, cubierto de piedras y viento helado, sería escenario de uno de los combates más feroces de toda la guerra.
Monte Longdon es una colina de aproximadamente 186 metros de altura, situada al oeste de Puerto Argentino en la isla Soledad. Desde su cima se observa todo el terreno que conecta con la ciudad, lo que la convertía en una pieza clave del dispositivo defensivo argentino. Por esta razón, el mando británico ordenó al 3er Batallón de Paracaidistas que tomara el monte mediante un ataque nocturno.
Lo que no esperaban era la feroz resistencia que encontrarían, particularmente de una unidad que no estaba diseñada para el combate directo: los ingenieros.
Desde el corazón ardiente del norte argentino, un santiagueño escribiría con pólvora su nombre en la historia isleña. Su acento tenía el ritmo de los bombos y su temple, la firmeza de la tierra seca. El teniente Hugo Aníbal Quiroga, oriundo de Santiago del Estero y con apenas 24 años, era el jefe de la 1ª Sección de la Compañía de Ingenieros 10. Egresado del Colegio Militar de la Nación, su formación técnica y operativa lo había destacado entre sus pares.
Esta unidad tenía como misión tareas técnicas: colocación de minas, fortificación de posiciones, tendido de alambrados y mantenimiento de caminos. Sin embargo, los zapadores también recibían formación de combate. Lo aprendido en ejercicios de campaña en el continente, con armamento pesado, visores nocturnos y simulacros de combate cercano, se pondría a prueba aquella noche del 11 de junio.
Cuando los primeros enfrentamientos se desataron en la ladera occidental del monte, los británicos avanzaron bajo el fuego de ametralladoras y explosiones de minas, sorprendidos por la intensidad del fuego argentino. Las secciones del Regimiento 7 resistían, pero empezaban a ceder terreno.
El mayor Carlos Carrizo Salvadores, jefe de la defensa en el sector, entendió que el momento era crítico. Si el enemigo rompía el frente, Puerto Argentino quedaría al descubierto. Fue entonces cuando dio la orden: que avanzara la sección del teniente Quiroga.
Desde la posición conocida como Full Back, los ingenieros se pusieron en marcha. No eran tropas de elite ni infantería especializada, pero se movían con decisión, conocían el terreno y estaban preparados. Portaban fusiles FAL, granadas, visores nocturnos montados en los cascos y, sobre todo, una determinación que se convertiría en leyenda.
Se lanzaron al combate en dirección al sector sur de la montaña, donde los británicos avanzaban tras superar las posiciones del subteniente Baldini. El contraataque fue brutal y efectivo. Cuerpo a cuerpo, bayoneta calada, disparos a quemarropa en la oscuridad. En cuestión de minutos, los ingenieros lograron frenar el avance enemigo.
Los paracaidistas del 3 PARA, sorprendidos por la ferocidad del ataque, se vieron obligados a retroceder. En palabras del soldado británico Nick Rose, “hay fuego viniendo hacia nosotros por todas partes, parecía que la colina entera nos disparaba”. Otro testigo diría más tarde: “no podíamos creer que estos adolescentes disfrazados de soldados nos estaban haciendo sufrir tantas bajas”.
Pero no eran adolescentes. Eran zapadores argentinos, soldados de un arma técnica que, esa noche, se convirtió en infantería de combate. La sección de Quiroga logró estabilizar el frente, reforzar a las unidades que estaban cediendo y generar una contraofensiva que desorganizó a los atacantes.
La intervención fue tan eficaz que el propio comandante del 3 PARA, el teniente coronel Hew Pike, temió que el ataque fracasara. Durante varias horas, el avance británico estuvo detenido. Ese contraataque no solo ganó tiempo vital, sino que salvó vidas y alteró la moral de ambos bandos.
La batalla continuó. Otras unidades argentinas, como la del teniente Raúl Castañeda, también lanzaron contraataques. Pero fue la irrupción de los ingenieros lo que permitió sostener la defensa en un momento clave.
Más adelante, cuando se ordenó un segundo contraataque con los hombres de Quiroga, la acción fue cancelada. Algunas versiones sostienen que fue por falta de municiones; otras, por la intensidad del bombardeo británico. Lo cierto es que la misión ya había sido cumplida: frenar la ruptura del frente.
La historia de esa noche ha sido contada muchas veces, pero pocas se detuvieron en el accionar de los ingenieros. Se habló del heroísmo de los conscriptos, del coraje de los infantes de marina, de la ferocidad del enemigo. Pero los zapadores quedaron en un segundo plano. Y sin embargo, fueron ellos quienes, contra todo pronóstico, cambiaron el destino de una batalla.
Hugo Quiroga y sus hombres no fueron premiados con medallas ni condecoraciones en ese momento. Pero su acción quedó grabada en los partes de guerra, en los testimonios de quienes estuvieron allí y, más adelante, en su propia voz.
Años después, Quiroga escribiría Santiagueños en Malvinas, un libro en el que rescata las historias de sus compañeros de provincia. Allí no solo narra combates, sino también silencios, miedos y la hermandad bajo fuego. Reafirma con palabras lo que ya había hecho con hechos: honrar la memoria de quienes combatieron.
El mayor Carrizo Salvadores fue claro en su informe: “La situación era crítica. Ordené al teniente Quiroga un contraataque. Se logró estabilizar el frente de ataque inglés”. En el lenguaje militar, estabilizar un frente no es poca cosa.
Como reconocería el general británico Julian Thompson, comandante de la Brigada de Comandos 3, al referirse a las batallas en las islas:
“Los argentinos combatieron con firmeza en todos los objetivos. Destacaron especialmente los jefes, oficiales subalternos y suboficiales veteranos, quienes operaron las ametralladoras hasta el último momento, y muchos de ellos murieron en sus puestos, sin abandonar jamás el arma que defendían.”
Los ingenieros demostraron que su rol no se limita a cavar trincheras o montar alambrados. Demostraron que, cuando la patria lo exige, también saben empuñar el fusil y avanzar. La técnica también tiene coraje. El conocimiento también puede ser una trinchera.
A más de cuarenta años de la gesta, la figura del teniente Quiroga y de sus zapadores merece ocupar un lugar de honor en la memoria colectiva.
Quiero dedicar este artículo a mi viejo amigo, Hugo Quiroga, con quien tuve el honor de compartir tiempo en mi vida militar. De él aprendí la humildad de los grandes: siempre predispuesto, siempre alegre, de mano abierta, un ejemplo para todos.
No es fácil para un puñado de soldados de Ingenieros enfrentar de frente a paracaidistas británicos altamente entrenados y obligarlos a detenerse. Eso es coraje en estado puro: cuando el deber se funde con la dignidad, hasta la técnica se vuelve epopeya.
En Monte Longdon, en la noche más oscura, ellos encendieron una luz de resistencia. Lo hicieron sin discursos, sin estandartes, solo con fuego, acero y dignidad.
Monte Longdon fue una batalla muy sangrienta. Murieron 31 argentinos y 23 británicos, y más de 200 soldados resultaron heridos. En ese infierno, los ingenieros se convirtieron en héroes sin pedirlo. Esa noche, los hombres que trazaban caminos los defendieron con el alma.
Bibliografía:
Quiroga, Hugo Aníbal. Santiagueños en Malvinas. Ediciones Argentinidad, 2023. 279 pp. ISBN 9878934330. Libro escrito por el propio teniente de Ingenieros durante la batalla de Monte Longdon, que recopila testimonios y vivencias de los combatientes santiagueños.
Middlebrook, Martin. La batalla por las Malvinas. Ed. Emecé, 2001.
Freedman, Lawrence. The Official History of the Falklands Campaign. Routledge, 2005.
Harclerode, Peter. Para! La historia del Regimiento de Paracaidistas Británico. Ed. Arms & Armour Press, 1993.
Cicalese, Pablo; Rivas, Isidoro. Monte Longdon: testimonio de sus protagonistas. Ediciones Argentinidad, 2012.
Thompson, Julian. No Picnic: 3 Commando Brigade in the South Atlantic 1982. Cassell, 2001.
Diario El Liberal de Santiago del Estero: Entrevistas a veteranos de Malvinas. Disponible en: www.elliberal.com.ar

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