top of page
  • Facebook
  • Instagram
Buscar

Los Submarinos y los F-16: el país que vuelve a despertar


Hay días en que uno siente que la Argentina es un hombre que se ha pasado décadas durmiendo en una silla rota, con la camisa abierta y la barba crecida, mientras afuera el mundo se arma hasta los dientes. Y cuando por fin abre los ojos, descubre que la puerta de su casa ya no tiene llave, que los vecinos se reparten los despojos de su jardín, y que él, pobre diablo, ni siquiera conserva un palo de escoba para defenderse. Es la imagen triste de una patria que, habiendo sido potencia regional, permitió que el tiempo, el desinterés político y la negligencia estratégica la empujaran hacia la indefensión.


Así hemos vivido. Así nos han hecho vivir.


Durante años —¡años!— nos contaron que la defensa nacional era un lujo exótico, una fantasía de generales retirados y modelistas de plástico. Que no valía la pena invertir en aviones porque “¿para qué?”. Que los submarinos eran juguetes caros. Que el Ejército, la Armada y la Fuerza Aérea eran reliquias de museo, resabios de un país que ya no existía. Mientras tanto, el mundo avanzaba, los conflictos se volvían más complejos, las potencias reforzaban sus posiciones y las disputas por recursos se endurecían. Nosotros, en cambio, seguíamos creyendo que la defensa era una cuestión secundaria, algo que podía postergarse indefinidamente.


Y mientras tanto, la realidad nos pasaba por encima como un tranvía sin frenos. Países con intereses sobre nuestros mares pescaban sin permiso, grandes potencias instalaban bases en zonas estratégicas del planeta y los vecinos de la región fortalecían sus fuerzas armadas mientras nosotros desmantelábamos las nuestras. La Argentina parecía caminar por un corredor oscuro con las manos atadas, esperando no cruzarse con nadie.


La tragedia del ARA San Juan fue el golpe final: un ataúd de acero hundido en la oscuridad del océano, símbolo perfecto de un país que había elegido la ceguera. No fue solo un submarino. Fue una declaración brutal: Argentina ya no tenía dientes, solo un recuerdo amargo de lo que alguna vez soñó ser. Ese hundimiento mostró que no se trataba solo de falta de equipamiento, sino de la pérdida total de una doctrina estratégica, de un rumbo, de una visión.


Submarinos sin sonar. Aviones sin repuestos. Soldados remendando uniformes. Bases sin calefacción. Un desarme silencioso, progresivo, casi obsceno. Un abandono que no era casual sino sistemático: gobiernos que preferían no ver, presupuestos que se achicaban cada año, profesionales de la defensa que trabajaban por vocación, casi en resistencia, sosteniendo con alambre lo que debía ser sostenido con acero.


Y de pronto, cuando parecía que ya habíamos aceptado resignados nuestra condición de figurantes en el teatro del mundo, aparece la noticia: los 24 F-16 y la negociación por submarinos Scorpène. Como si alguien, al fin, hubiera sacudido al país por los hombros. Como si una voz profunda dijera: "Basta. Es hora de volver a ser serios".


Los F-16 representan, sin exageración, el mayor salto tecnológico de la Fuerza Aérea Argentina en cuarenta años. Son la diferencia entre un país que puede controlar sus cielos y uno que debe pedir permiso. Son la frontera entre la soberanía y la vulnerabilidad. Un F-16 no es solo un avión: es un mensaje. Un mensaje claro, directo, comprensible incluso para quienes preferirían ignorarlo. Dice: aquí estamos, aquí volamos, aquí defendemos.


Son máquinas diseñadas para garantizar que ningún actor externo pueda violar nuestro espacio aéreo impunemente. Permiten interceptar, disuadir, escoltar, vigilar. Le devuelven al piloto argentino la herramienta que el país le había quitado: la capacidad de proteger a los suyos. Durante años, nuestros cazas eran reliquias voladoras que se sostenían gracias al ingenio nacional. Los pilotos entrenaban en máquinas que ya no garantizaban supervivencia en un combate moderno. Con los F-16 vuelve la lógica militar, la planificación, la posibilidad real de defender el cielo.


Y del otro lado, los submarinos. Las sombras del mar. Los fantasmas de acero que se deslizan bajo las olas con el silencio de un crimen perfecto. Los Scorpène, con su tecnología moderna, su sigilo y su capacidad de operar durante semanas, representan la piedra angular de cualquier estrategia marítima seria. El Atlántico Sur es una de las zonas más codiciadas del planeta: pesca, petróleo, rutas polares, minerales estratégicos. Allí se juega parte del futuro económico argentino. No tener submarinos es como dejar las llaves de casa colgadas en la puerta.


Tres Scorpène. Tres agujeros negros en el Atlántico Sur. Tres advertencias flotantes para cualquiera que crea que este país es tierra liberada. Un submarino no necesita disparar para ser útil. Su sola presencia altera los cálculos del adversario. Un buque furtivo bajo el agua es un vigilante silencioso de la soberanía. Es la garantía de que el mar argentino no será un territorio sin ley.


Pero no es solo la compra. Es lo que significa.


Porque mientras el mundo juega al ajedrez geopolítico, nosotros hemos pasado treinta años jugando al truco con cartas marcadas. Mientras otros países reforzaban sus fronteras, nosotros discutíamos si las fuerzas armadas servían “para algo”. Mientras los vecinos modernizaban sus arsenales, nosotros rompíamos la hucha para comprar patrulleros usados. Y lo más grave: mientras el resto del mundo entendía que la defensa es parte central del desarrollo, aquí algunos se empeñaban en verla como un gasto improductivo. La ingenuidad nos salió carísima.


Los submarinos y los F-16 no son armas: son una espina dorsal nueva. Son un recordatorio de que un país sin defensa es un país presto a ser devorado. Un país sin capacidad de disuasión está condenado a depender de la buena voluntad ajena. Un país sin herramientas para controlar su cielo y su mar es un país mutilado.


Imaginemos por un instante a los hombres y mujeres que sirven en nuestras fuerzas. Durante décadas trabajaron con lo que había, improvisando, remendando, sosteniendo instituciones estratégicas casi por voluntad más que por recursos. Y ahora, por fin, reciben señales de que la Nación vuelve a creer en ellos. Un piloto que se siente en un F-16 no solo está volando un avión: está viendo que su país decidió volver a respetarse. Un submarinista que embarque en un Scorpène estará sintiendo que la Argentina vuelve a tener esperanza bajo el agua.


Esto no se trata de militarismo. No se trata de guerra. Se trata de dignidad. De soberanía. De entender que un país sin defensa no puede proteger sus recursos, ni su gente, ni su posición en el mundo.


Y tal vez, solo tal vez, estas compras —los aviones, los submarinos, el regreso del respeto por las Fuerzas Armadas— sean el primer paso de un país que se cansó de mendigar seguridad y decidió recuperar su dignidad. Porque hay cosas que no se negocian: la soberanía, la defensa, la memoria de los que murieron en el mar, en el aire y en la tierra.


A este renacer se suma otro elemento que durante años fue ignorado: la modernización del componente terrestre. El Ejército Argentino, que durante décadas soportó vehículos obsoletos y carentes de protección adecuada, finalmente avanza en la incorporación de blindados modernos. Los Stryker 8×8, capaces de trasladar tropas con velocidad, protección y poder de fuego, representan un salto cualitativo en movilidad táctica. A esto se suma la modernización de los tanques TAM, que recuperan vigencia con nueva electrónica, visores térmicos y sistemas de tiro avanzados.


Después de tanto tiempo operando con máquinas exhaustas, el soldado argentino vuelve a tener herramientas dignas de su esfuerzo. Esta renovación terrestre no es menor: completa el triángulo estratégico que un país necesita para poder decir que se defiende. Cielo protegido por F-16, mares custodiados por submarinos modernos y tierra asegurada por vehículos blindados capaces de responder ante cualquier amenaza.


Argentina parece estar despertando. Y cuando un gigante dormido abre los ojos, más vale que el mundo tome nota.


ree

 
 
 

Comentarios


¿Queres ser el primero en enterarte de los nuevos lanzamientos y promociones?

Serás el primero en enterarte de los lanzamientos

© 2025 Creado por Ignacio Arnaiz

bottom of page