MALVINAS: DIPLOMACIA, RESISTENCIA Y LEGADO
- Roberto Arnaiz
- hace 1 día
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Desde el regreso de la democracia en 1983, Argentina ha sostenido una política exterior coherente, pacífica y firme sobre su legítimo reclamo de soberanía sobre las Islas Malvinas, Georgias y Sándwich del Sur. El país ha recurrido a los más diversos foros multilaterales para exponer sus argumentos con documentos, mapas históricos, testimonios, fundamentos jurídicos y principios de derecho internacional. La causa Malvinas se ha convertido en emblema de una diplomacia activa, profundamente enraizada en el principio de integridad territorial.
La Resolución 2065 de la Asamblea General de las Naciones Unidas, aprobada en 1965, sigue siendo el faro legal que ampara el reclamo argentino. Dicha resolución reconoce la existencia de una disputa de soberanía y exhorta a las partes a entablar negociaciones bilaterales para encontrar una solución pacífica. Sin embargo, el Reino Unido, amparado en su asiento permanente en el Consejo de Seguridad, ha rechazado sistemáticamente sentarse a dialogar. La última ronda formal de conversaciones ocurrió en los años 90, en el contexto de los Acuerdos de Madrid, y desde entonces no ha existido voluntad británica de reabrir el diálogo.
A pesar de esa negativa, el respaldo internacional a la posición argentina es cada vez más amplio y diverso. Organismos regionales como la CELAC, el MERCOSUR, UNASUR, así como bloques de países como el Grupo de los 77 + China, han manifestado su apoyo al reclamo argentino. Incluso potencias globales como Rusia y China han respaldado el principio de integridad territorial en relación con la cuestión Malvinas. La política de poder, sin embargo, continúa prevaleciendo sobre el derecho. Y mientras Londres hace oídos sordos, América Latina levanta la voz.
Argentina no ha caminado sola. Voces de distintos continentes han adherido al reclamo por la vía pacífica. Cancilleres, intelectuales, expresidentes, artistas y organizaciones civiles han acompañado esta causa, que no pertenece a un gobierno, ni a un partido, ni a una generación. Es una política de Estado y una bandera de identidad nacional. Como expresó la canciller Susana Ruiz Cerutti: “Malvinas no es solo una herida. Es una causa construida con razones”. En años recientes, figuras como Santiago Cafiero y Gustavo Zlauvinen también han sostenido el reclamo en espacios multilaterales, reafirmando la legitimidad argentina con firmeza y claridad.
En este contexto, la unidad nacional es esencial. Malvinas no debe ser un recurso electoral ni un símbolo vacío. Debe ser una causa sostenida por todas las fuerzas políticas, enseñada con verdad en las aulas, y sentida profundamente por cada argentino. Desde la educación inicial hasta los niveles superiores, el reclamo por Malvinas se ha instalado como contenido obligatorio. El 2 de abril ya no es solo una efeméride: es una semilla. Como escribió Rodolfo Walsh: “Nuestras armas son la memoria y la palabra”. Y ambas deben estar al servicio de la soberanía.
Esa soberanía también se construye mirando al futuro. Los nietos de los excombatientes ya marchan con sus abuelos. Nacen escuelas con nombres de héroes, se multiplican los murales, los libros, los actos con jóvenes que no vivieron la guerra, pero la sienten como parte de lo que son. Porque el reclamo no envejece. Se transmite. Se hereda como se hereda una casa, una historia, un juramento.
En tiempos donde las potencias reconfiguran sus intereses, donde los recursos del mar y del hielo serán claves para el mañana, Argentina no puede ceder. Defender la soberanía sobre Malvinas también implica garantizar la proyección argentina sobre la Antártida, donde la presencia científica y logística es clave para el futuro. El país debe seguir fortaleciendo su presencia en el Atlántico Sur, en la Antártida, en los foros internacionales y en cada corazón que se emociona al ver flamear la celeste y blanca en una escuela de frontera.
La Argentina no desconoce los derechos de los actuales habitantes de las islas: propone integrarlos, no expulsarlos. El reclamo es contra el colonialismo, no contra la gente. Porque en el sur no se disputa solo una tierra, sino una forma de habitar el mundo.
El día que el mundo escuche lo que decimos sin levantar la voz,y entienda que no reclamamos tierra, sino memoria, ese día —como un faro encendido en el sur— las Malvinas volverán a casa.






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