Sarmiento: Civilización, Barbarie y el Aula como Trinchera
- Roberto Arnaiz
- 13 ago
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Domingo Faustino Sarmiento no nació para decorar plazas: nació para incendiar conciencias y dinamitar la resignación. Nacido en San Juan el 15 de febrero de 1811 y muerto en Asunción el 11 de septiembre de 1888, fue un hombre que no se conformó con describir la Argentina: la desenmascaró, como señaló Tulio Halperín Donghi sobre Facundo en 1845. La guerra contra la barbarie no la inventó él: la iniciaron José de San Martín y Manuel Belgrano en los primeros años de la patria. San Martín escribía en 1827: “La ilustración y el cultivo de las letras son la llave maestra que abre las puertas de la libertad”. Belgrano, en 1810, advertía: “La educación es la base de la felicidad de los pueblos”.
Luego vino Juan Bautista Alberdi, que en 1852 lanzó su consigna: “Gobernar es poblar”. No se trataba de llenar el país de gente, sino de poblarlo con brazos que trabajen y mentes que piensen, con inmigrantes que encuentren no solo tierra, sino una patria. Ricardo Rojas insistiría décadas después en que sin una cultura común, la nación sería apenas un mosaico sin cemento. Y aquí se enlaza con Sarmiento: poblar sí, pero con ciudadanos que sepan leer, pensar y decidir.
Sarmiento recogió ese legado y lo llevó al aula. Y junto a él, Juana Manso, nacida en 1819, lanzó su desafío: “La educación de la mujer es el principio de la regeneración social”. Historiadoras como Dora Barrancos recuerdan que fundó la primera escuela mixta del país y defendió con ferocidad la igualdad educativa en tiempos en que la sociedad la insultaba por “mujer descarada”. Sarmiento la respaldó, poniéndola al frente de la Revista de Educación y confiándole la apertura de escuelas. Mientras Alberdi pensaba el país en papeles, Manso y Sarmiento lo escribían en pizarrones.
Para Sarmiento, la civilización era la ciudad con leyes, escuelas, periódicos, oficios y un idioma común; la barbarie era el desierto gobernado por caudillos, la violencia como ley, la ignorancia como destino. “El aula es el verdadero campo de batalla. Y el pizarrón, un fusil”, podría haber dicho, y lo demostró: entre 1868 y 1874, desde la presidencia, multiplicó las escuelas, fundó la Escuela Normal de Paraná, trajo maestras de Estados Unidos y afianzó la educación como política de Estado.
Pero la barbarie no muere: se disfraza. En tiempos de Sarmiento usaba chiripá; hoy viste traje, roba presupuestos escolares y sonríe en cadena nacional. Antes se encarnaba en el caudillo que imponía la ley con lanza; hoy en el funcionario que recorta libros y sueldos docentes mientras inaugura obras vacías.
La barbarie moderna se oculta en estadísticas maquilladas, en discursos patrioteros que prometen futuro pero hipotecan la educación, en la indiferencia social que tolera que las escuelas se caigan a pedazos. Y la peor de todas: la resignación colectiva que acepta el deterioro como si fuera destino. La civilización sigue siendo incómoda: exige esfuerzo, honestidad y pensar a largo plazo. Ezequiel Martínez Estrada advirtió que un país sin identidad repite sus fracturas, y aquí seguimos, repitiendo la misma lección que nos negamos a aprender.
San Martín, Belgrano, Alberdi, Sarmiento y Juana Manso soñaban con algo más que un territorio: querían un ser nacional, una patria poblada por ciudadanos educados, con leyes claras y espíritu común. No lo hemos logrado del todo. La educación no era un lujo: era la herramienta para que el gaucho leyera el diario antes de ir al corral, para que el inmigrante encontrara escuela para sus hijos y para que la patria fuera algo más que una palabra en discursos escolares.
Si hoy se sentaran en una misma mesa San Martín, Belgrano, Alberdi, Sarmiento y Juana Manso, el diálogo sería breve y letal. —No aprendieron —diría San Martín. —La libertad sigue siendo un fantasma —agregaría Belgrano. —No poblaron con ciudadanos —apuntaría Alberdi. —No eligieron la civilización —cerraría Sarmiento. Y Juana Manso, con media sonrisa, remataría: —Siguen creyendo que la patria se construye con discursos, y no en un aula.
Hace 150 años discutíamos civilización o barbarie. Hoy discutimos lo mismo. Y el reloj no se detiene.
Fechas que marcan un combate
1810 – Belgrano propone escuelas gratuitas y obligatorias.
1817 – San Martín funda la Biblioteca de Mendoza antes de cruzar los Andes.
1845 – Sarmiento publica Facundo.
1852 – Alberdi lanza Bases, programa para poblar y organizar el país.
1854 – Juana Manso funda la primera escuela mixta de Argentina.
1868–1874 – Presidencia de Sarmiento: expansión educativa y llegada de maestras extranjeras.
1884 – Ley 1420 de educación común, gratuita y obligatoria.
Bibliografía
Halperín Donghi, Tulio. Sarmiento, Facundo y la construcción de una nación. Buenos Aires: Editorial Sudamericana, 1997.
Rojas, Ricardo. Eurindia. Buenos Aires: Editorial Losada, 1924.
Barrancos, Dora. Mujeres en la sociedad argentina: Una historia de cinco siglos. Buenos Aires: Sudamericana, 2007.
Martínez Estrada, Ezequiel. Radiografía de la pampa. Buenos Aires: Losada, 1933.
Sarmiento, Domingo Faustino. Facundo: Civilización y barbarie. París: Imprenta de H. Fournier, 1845.
Alberdi, Juan Bautista. Bases y puntos de partida para la organización política de la República Argentina. Valparaíso: Imprenta del Mercurio, 1852.
Manso, Juana. Álbum de señoritas. Buenos Aires: Imprenta de Mayo, 1854.
